miércoles, 21 de noviembre de 2012

Presentación Ópera Prima

Los invito al evento de presentación de mi libro y de toda la colección de poesía donde constan:

Pre-Esencias de Marcelo Silva
El Designio de la Espuma de Omar Balladares
La Danza del caído de Jorge Valbuena
El Abismo de los justos de Abel Ochoa



La presentación de los libros estarán a cargo de: Carlos Garzón Noboa, Mónica Murga, Santiago Vizcaíno y Liyanis González.






Estaría muy a gusto que puedan invitar a más gente en el siguiente evento de Facebook

sábado, 10 de noviembre de 2012

Gabriel Cisneros


Escritor, comunicador social y gestor cultural. Nació en Latacunga en 1972. Ha publicado los libros: “Ceremonias de amor y otros rituales”, “Ego de piel”, “Cópula Panteísta”, entre otros.



Réquiem

Magullo tus labios,
que en el retorno del fuego
nos harán danzar.

Anuncias mi muerte;
esperas que caiga dos
      diez
      cien veces
      rendido a tu dios;
      muriendo en tu cuenco.

Después de resucitar dos
  diez
  cien veces
  tus ojos son la música
  donde coexisten
  nuestros eternos
  y contradictorios silencios.

Resaca de piel

Quiero tu sexo en agua mineral,
placer de tierra en la nostalgia que compartimos.

Quiero tres mujeres desnudas bebiendo mi soledad,
para sentirme por un segundo acompañado.

Suicidio en ti

Para dejar una huella,
            transité tu mar
            me hice alga en tus estaciones
            y maté a mis yo,
                                    sin miedo
                                                sin asco.

Simplemente maté a mis iguales
para no parecerme a quien odiabas.

Los tonos intensos 
de tus pupilas
me borraron definitivamente.

El loco

El loco solamente susurra
en tu cuerpo:
se han suicidado los poetas
de tanto miedo…

El loco solamente escribe
y termina en una amapola de sangre
cantando el viaje.

(De Mi Yo Malo, con ilustraciones de Eddie Crespo, 2012)

viernes, 9 de noviembre de 2012

José, el indigente


En el barrio de La Garzota pasan vendedores ambulantes –o deambulantes– de hayacas y humitas a las 6 de la mañana; escuchas un “¡el gas!” y le dices –Gas, deme uno. – nadie conoce el nombre del chico; afiladores de cuchillos que están a punto de colgar los guantes de su antiguo oficio, camionetas con megáfonos que vocean los precios de las frutas –nunca falta el adjetivo “jugosas” –. Cada voz es única y reconocible, como si se hubiera perfeccionado con el paso del tiempo.

José es un personaje en esta zona, y nos visita de vez en cuando. Algunas veces se le roba un guineo a Norma, la dueña de la tienda y ella sale corriendo, con su acento en la punta de la lengua, a recriminarle su fechoría; en otras ocasiones, le “baldea” el piso de afuera al veterinario de la esquina y él le paga con un dólar. Los domingos suele ir a mi casa para que le regale ropa que no uso, y yo que uso poca, le doy lo que puedo. A veces le compro algo de comida en un kiosko de hamburguesas. Prefiero darle comida a dinero, pese a que ya no fuma nada –así dice–.

Los domingos en la mañana, no pueden faltar merodeando los predicadores con paraguas y faldas largas. Un timbre sin tocar puede acarrearles el fuego eterno y nosotros padecemos sus ganas de salvarse. Están sedientos de presentarme a Dios en un libro. Creo que ya han perdido la fe conmigo porque hace tiempo que no vuelven a mi casa y ya los comienzo a extrañar. Recuerdo de repente un versículo que dice “Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber…” Pasa José –“mi amigo”, como lo conocen en mi casa– por la otra acera, me hace de la mano y me grita –¡Jefe!, ¿tiene algo?– Rebusco entre el armario alguna camiseta que ya no me quede y se la doy.

Es chistoso porque yo puedo ser amigo de Dios, mientras los religiosos que operan en el sector lo buscan incensantemente todos los domingos, teniéndolo tan cerca.

Así transcurren los días, con los ladrones que asaltan a los caminantes con rumbo a tomar su bus para el trabajo; o los vecinos que nunca te devuelven el saludo; o los chamberos –no freegans– que rebuscan entre las fundas de basura, antes de que pase el camión recolector, algún pedazo de pollo en buen estado, un poco de arroz.

José sigue visitándonos, sigue robándose guineos, yo lo sigo ayudando. Y mientras Dios es un camaleón, los timbres siguen sonando.