lunes, 7 de abril de 2014

Ernesto Carrión II

La Novela de Dios se centra en la pareja de Frida Kalho y Diego Rivera desde un lenguaje filosófico-poético utilizando el neobarroco con tono científico: "Él ha querido escribir un libro donde Dios pertenezca a la desintegración molecular, al mismo tiempo que al amor y a su vacío". Exalta el todo en la nada, la búsqueda del amor en aquello que es visto como una "desintegración molecular", el vacío. Cuestiona para dejar ver la oscuridad desde el oficio del novelista, que lo define como "No-velista". La realidad no es más que causalidad y Carrión escribe sin reservas que su obra fue hecha gracias a los libros que leyó, a su experiencia con su gente, a toda la tristeza, despojando del libro su nombre.


[IV]
Sexo, preso, asesto, meto, incendio, ofrezco, violo, acaparo, reparo, tomo, destruyo y devuelvo, escupo todo mi miembro dentro del hueso de la vida muerta. ¿Vas a decir que esto no soy yo gritando? ¿Que escribes tú mis palabras? ¿Que organizas mi diálogo con todo el reciclado de un pésimo documental y mi diario privado? Frida, risa, tiza, brisa, ceniza y remodelación. Frida, friso, rizo, atisbo, pérdida y fascinación. Vuelvo de un cavernario que sin valor vuelve a la tierra atando mis caderas. Mi Dios es la majadería entre el colmillo y el niño Mi Dios son estos celos; y mi Dios es celoso.
A cada quien su porción de fantasma con sus manitas gordas como dos elefantes esperando bajo una tormenta. ¿Y esto soy yo gritando? Y esto soy yo gritando. Y esto soy yo gritando: lápiz, papel, tijera, goma, cerro, canción, montón, oración, botón, muerte, muerte, muerte, mencióname como si una terrible oscuridad cayera sobre mí al decir tu nombre: muerte. Quítame este dolor: oveja del sexo opuesto ábrete entera, magulla mi pensamiento, mi pedazo de mejilla en tu rojo mango. Yo tengo la piel caliente y los orificios abotonados para que nadie me penetre y se se robe mi cuerpo. La gran cicatriz que soy como una enorme vagina echada sobre la cama sin cortarme el pelo.
"Frida" –dice el viento pero yo no respondo.
Soy una cicatriz echada sobre la cama.
El mundo en llamas.
"Frida" –me dice el coro de los ángeles que son los tallos desnudos de los montones vacíos, pero yo no respondo.
Soy una cicatriz echada sobre la cama.
El mundo en llamas.
"Frida" –me dice el agujero negro del tiempo, su cuerpo elástico encima de las ondas magnéticas, pero yo no respondo.
Soy una cicatriz echada sobre la cama.
El mundo en llamas.
"Diego" –me dicen– como llamándome a mí misma a través de mi muerte y entonces sí respondo. Digo: "mándenme  lo que sea que aquí habita el suicidio y el amor arcano". "Diego" –me gritan más fuerte– y la cicatriz que soy se tuerce en mil flores.
Tengo su verga en mi mano
(ápoles
salvajes)
manzanas de cualquier lado,
y chilla como un pez el narrador de este libro que escondía su sonido entre los orificios de las luces como una flauta de palo. Diego si pinta a Dios se pinta a él mismo. Y esa virilidad es carnicera. Y esa totalidad es apostólica.
Y más allá el futuro abre su pico hermoso.
Cuenta el narrador –Dios y Diego fundidos– que el mundo es siempre joven:
La galaxia es una extensión de la pretensión del amor de hacernos uno. Verde que te quiero Lorca. Y esa virilidad espacial (abrigo de todas las razas, cielo de todas las hembras, fanal de todos los machos) raja los tiempos. Sin embargo el mundo es siempre joven. El mundo siempre será joven mientras gente joven está asumiendo los roles participativos de la vida. El control de la sociedad. Las plazas de trabajo. Arrastrando consigo mismo la cabeza de la tiranía hasta los labios rojos de la pubertad hiriente. El mundo no envejece, solo sacude su cabello perverso sobre el hombro de los que pasamos sin sentirlo. El mundo no envejece: se arrastra, salva vidas, hiere en lo más hondo, asalta enormes bancos de conciencias. El mundo no envejece.
soy húmeda vela en llamas contra la osadía.

Londres, 12 de agosto de 1943

Querido Thomas Stearns:

Hay una sobredosis de aves en una tarde muerta sobre tu cabeza blanca atornillada a su bulto. La interrogación es una verdad en sí misma. Ella te dice:
Yo soy una verdad en mí misma.
Yo, la interrogación, ya soy una verdad sin respuesta.
El que interroga encuentra un mundo de posibilidades. Y el que interroga el mundo se vuelve un hacedor de posibilidades ardiendo. Querida posibilidad, querida muerte, el bulto de nuestra vida desmayado entre sombras vive buscando.
La pregunta no es nacía es inquisitiva.
La pregunta no es necia es inquisitiva.
La pregunta –repito– es inquisitiva.
Querida posibilidad, tenemos miedo.
Un frívolo descubre que estaba despedazado. Que en el lenguaje sólo hay imágenes en movimiento. Este frívolo busca coserse. Es Frívolo, es puro hierro y pura habladuría. Frívolo no existe. Frívolo es frívolo porque ya pasó muchos años, detrás de las palabras, esperando la fama.
Ay de la poesía que en la Nada nada.
Yo, la interrogación, soy una mentira en mí misma.
Ay de la poesía que encierra en sí misma su verdad absoluta:
Nadie hay en el fondo de las palabras. Nada ahí en el fondo de las palabras.

Siempre tuyo,
El Átomo de Cesio

(De Novela de Dios, 2013)