martes, 28 de enero de 2014

Hugo Francisco Rivella

Espinas en los ojos y siete poemas de barro es el lamento de Cristo al Padre, del hombre al Hombre, donde el sufrimiento de toda la tierra yace en un solo canto poético: "Yo soy el que va siendo a pesar de sus lágrimas." Cada verso es barro que va creando –o re-creando– el dolor del existir con toda la sed, lágrimas, sangre, roturas, espinas… "Me sangra en el costado todo el mar de la noche" dice el poeta sin reproches, para que el protagonista acate toda la voluntad del Padre.


Espinas en los ojos
II
¿Dónde estás Padre mío?

Es más ciega la noche cuando me dueles,
Padre.
El Hombre se arrodilla hasta que el hueso cala las espinas,
los dientes,
el ademán huesudo de lo que toco y canto.
¿Dónde los otros nombres que el milagro redime.
El látigo.
Su estallido en la frente y la boca de la mujer que lava al cielo en su cintura?

Me cabes en la hendija que tiene la mirada del ángel,
su rosa retorcida,
los pasos en los que el miedo aturde hasta la muerte.

VI
¿Qué padre deja al hijo con los ojos desnudos?

Esta pregunta tuerce la razón,
la luz combada de tu palabra quieta
y el milagro del pan
y los peces
y el agua
y cada espina hendiendo mi cabeza hasta volverse cuervos en mis venas.

Padre,
mira esta rotura de la tierra,
las fosas con los cuerpos que ruedan sus lamentos

y el abandono de tu no ser ni estando.

VII
Esa mujer allí.
De alfarero el intento de modelar el tiempo,
el destino de sus pechos en mí.

Desvariaba en la palabra amor mientras agonizaba,
Padre,
la niebla engaña al tiempo y el tiempo me supura.
Quiero ser lo que fui,
un Hombre con sus muelas y el polvo de su rostro,
el vino en las cantinas,
la canción en el trigo y yo amando su boca,
los ojos de María,
su pelo en el crepúsculo…

Padre,
muero como un hombre,
enamorado al fin enamorado,

muero entre lo que soy y lo que niego.

XXV
Me han uñado hasta el siglo que ronca en mis costillas,
acaso,
fui una herida de barro en la muerte del Hijo,
pero yo,
que navego en la piedra, el círculo y la ameba de la ronca madera,
digo que soy mi propia eternidad,
porque si amé la vida
porque si la he enamorado, si acaricié sus piernas.
si la amé hasta en los charcos que deja la tormenta,
si he soñado y bebido con los hombres del río,
si fui tranco y galope, si campana o estiércol

si he sido solo un verso
este siglo que ronda en mis costillas me ha de sangrar despacio.

Oración
Perdóname tierra por el pecado de ignorarlo todo,
digo tierra y los árboles sueltan flores,
semillas;
los flamencos despliegan sus alas sobre el río y los caballos sueñan
beber su
sombra líquida.
Digo tierra
y el Hombre indaga a la eternidad.
Volverá a repetir aquellas preguntas que lo niegan.

Volverá al polvo.