jueves, 27 de septiembre de 2012

Libro

Está en proceso de edición mi primer libro que posiblemente se llame Apócrifo. Les cuento algunos detalles para los que siguen mi labor en la poesía:

Posiblemente se publicará a finales de noviembre de este año por la editorial El Ángel, en Quito, en la colección "Ópera Prima". En ésta constan los poemarios de Jorge Valbuena con "La danza del caído", Omar Balladares Rodríguez con "El designio de la espuma" y Marcelo Gustavo Silva con "Pre-estancias". Gracias a Xavier Oquendo por toda su colaboración, a Jorge Valbuena por su prólogo, y a los dos por su amistad sincera.

Sin más que decir, me despido.
un abrazo,
abel

jueves, 13 de septiembre de 2012

Un blues cualquiera


Por Andersson Boscan y Abel Ochoa



Un blues, quiero cantar un blues
del consuelo desconsolado
a la mala salud de hierro,
a los vivos de hambre,
a la promiscuidad del soldado,
a los precursores del yerro,
a las madres Teresas de Calcuta
a las putas que duermen en enjambres.

Quiero bailar al filo de tus sueños,
al son de la guitarra plañidera,
sacarle las espinas a estos tiempos
del mendigo y sus ojos empolvados.
Habría que vaciar las malas noches
del presidiario de la incertidumbre
al mar que desembocan los acordes.

Quiero pintar la nada
Ese absurdo rincón de nuestra alma
Donde el pasado es el prólogo del mañana
Los lienzos blancos nos aterrorizan
Y las musas nos ridiculizan.
Quiero pintar la ventana de Sábato
Y ser tu asesino bendito.

Pero sucumbe el péndulo del verso
en la lluvia de pájaros ardientes
urdiendo mis despojos solitarios,
en navíos con rumbo vagabundo,
abismos rebosados de lejía,
en desiertos de sombras de alquitrán,
en las cenizas que pudieron ser.

Corro, grito, escribo y no miro atrás

No quiero ser una estatua de sal,

Me atrapa la libertad,

Me pierdo en la certeza de mis dudas

Deambulo por las calles que pueblan el olvido

Con Paz: allá donde comienzan los finales

Errantes golondrinas, con los tiempos
aprisionados en su pico de oro,
sus huesos yacen en el pavimento
esperando el reencuentro con su nombre.
¿En qué vientre escondiste tus espejos?
¡Eclosiona tus poros de dolor!

martes, 4 de septiembre de 2012

Manuel Bandeira


Manuel Bandeira (1886-1968), representante de la primera fase del modernismo brasileño, fue un maestro del verso libre y el lenguaje coloquial e irónico. Atacó los convencionalismos de la lírica tradicional: el academicismo, la poesía política y sentimental, el purismo.


MADRIGAL MELANCÓLICO



Lo que yo adoro en ti,
No es tu belleza,
La belleza, es en nosotros que existe

La belleza es un concepto.
Y la belleza es triste.
No es triste en sí,
Sino por lo que hay en ella de frágil y de incierto.

Lo que yo adoro en ti,
No es tu inteligencia.
No es tu espíritu sutil,
Tan ágil, tan luminoso,
– Ave suelta en el cielo matinal de la montaña.
Ni es tu ciencia
Del corazón del hombre y de las cosas.

Lo que yo adoro en ti,
No es tu gracia musical,
Sucesiva y renovada a cada momento,
Gracia aérea como tu propio pensamiento,
Gracia que perturba y satisface.

Lo que yo adoro en ti,
No es la madre que perdí.
No es la hermana que perdí.
Ni mi padre.

Lo que yo adoro en tu naturaleza,
No es el profundo instinto maternal
En tu flanco abierto como una herida.
Ni tu pureza. Ni tu impureza.
Lo que yo adoro en ti
¡me lastima y me consuela!
Lo que yo adoro en ti, es la vida.

(Versión de Patricia Tejeda Naranjo)


EL ÚLTIMO POEMA

Así quería yo mi último poema
Que fuese tierno diciendo las cosas más simples y menos
                                                                [intencionadas
Que fuese ardiente como un sollozo sin lágrimas
Que tuviese la belleza de las flores casi sin perfume
La pureza de la llama en que se consumen los más límpidos
                                                                 [diamantes
La pasión de los suicidas que se matan sin explicación


(Versión de Patricia Tejeda Naranjo)


NEOLOGISMO

Beso poco, hablo menos todavía
Pero invento palabras
Que traducen la ternura más honda
Y más cotidiana.
Inventé por ejemplo, el verbo teadorar.
Intransitivo:
Teadoro, Teodora.

(Versión de Patricia Tejeda Naranjo)


PREPARACIÓN PARA LA MUERTE

La vida es un milagro.
Cada flor,
Con su forma, su color, su aroma,
Cada flor es un milagro.
Cada pájaro,
Con su plumaje. su vuelo, su canto,
Cada pájaro es un milagro.
El espacio infinito,
El espacio es un milagro.
El tiempo infinito,
El tiempo es un milagro.
La memoria es un milagro.
La conciencia es un milagro.
Todo es milagro.
Todo, menos la muerte.
– Bendita muerte, que es el fin de todos los milagros.

(Versión de Patricia Tejeda Naranjo)



domingo, 2 de septiembre de 2012

Leopoldo Castilla

Leopoldo "Teuco" Castilla nació en Salta en 1947. En 1976 se exilió por razones políticas. Actualmente vive en Argentina. Publicó numerosos libros de poesía y narrativa. Entre otras convocatorias, fue invitado por la Unón Soviética para escribir un libro que la Editorial Progreso de Moscú publicó en 1990 con el título Diario en la Perestroika. También es autor de Nueva poesía argentina (Madrid, Editorial Hiperión, 1987); Poesía argentina actual(Estocolmo, Editorial Siesta, 1988).


Canción del niño y el tren
a Margarita Sundblat

El maquinista le dice adiós al niño
que lo saluda desde el campo.

Años pasan con el tren pasando
años y no envejecen el maquinista
con la mano en alto.

El tiempo ya no recuerda dónde iba,
salta del tren
con un sombrero negro y una valija vacía.

La locomotora echa chipas, ríe.

El niño ha triunfado
y ya no se irá nunca de ese día.

El azar, al tocarlo, sucumbe,
estalla, invisible,
y llena de libélulas el campo.


Tema: La vaca
a León Mansilla

La vaca rectangular, traza de tal modo
de estar en paz con la gravedad,
cómodamente amoblada por dentro,
el salón del estómago y, apartados,
los depósitos urinarios,
la que calma, venerable, la ansiedad de la hierba,
la huida de los campos

la vaca con toda su profundidad
anodina
encima de la tierra, con sus ojos beduinos
y mortales
la que amamanta el ternero y a otras letales bestias,
demasiado sola si no fuera
por las maternales moscas,
viva en la mano de dios y, en un día sin salud,
desventurada, muere.

extrañamente se ha vuelto pasto
de hombres o de pájaros carniceros
Hasta que el viento o las hambrientas superficies
la dejan en los huesos. Entonces, se ve su calavera,
triangular, astada,
una bestia insurrecta
              que ahueca la llanura,
quebrantada el viento,
su aterrada arquitectura, el pozo de los ojos
devorando el futuro,
uno por uno
    todos los nacimientos.

Cementerio en la pampa

En la pampa, donde la tierra apenas se sostiene,
alzaron su arrecife oscuro,
ultramarino,
estos mausoleos de otras patrias, de otras muertes.
Incrustaron
en la luz más clara
el ángel europeo
y el santo con su lluvia vieja.

La muerte ya se fue. Dejó este nido abandonado.
Dejó sus muertos recién nacidos;
las columnas del tiempo
que se acobardan
antes las columnas de los campos finales
y la parálisis perversa de las alegorías.

Dobles de olvido yacen los extranjeros
con sus nombres tatuados de infancia,
trinos vacíos
que la pampa disuelve de cielo en cielo.

Espantada
con la muerte encima picotea, come y mengua
todo lo que soñaba ser,
la tierra vuelve a la luz.

Los hombres, heridos por sus muertos, le dicen adiós.

Mientras la luna sube con su país intacto.

El amanecido
a Maximiliano Witte

¿Qué estaré siendo yo de este lugar
que ha parido la presa de su cacería?
Entenado de mis muertos
llevo una flor a su caridad
para que vuelva en mí esta comarca,
pero es tarde,
el cielo envejeció
y el espacio ha crecido demasiado.

He gozado todos los sonidos,
me he dejado llorar
por ojos difuntos,
he besado a mi época en la lengua
y a esta altura
soy el cielo de mis fornicaciones
y la intemperie donde flameo, inhumano.

Entro a la tormenta de la casa vacía
y llevo largamente,
con la copa en las raíces,
asfixiado por el aire,
y, enguantado por mi oscuridad,
pudro mi leña,
eyaculo el escenario,
pierdo los papeles, tacho la luz,
lastimo la función.

Los otros no saben que están dentro
de un día que no amaneció,
el que me he robado
mientras del suero de mi cerebro
se amamanta la noche
cuando yo tiraba mis huesos al aire
y ni la muerte los reconocía.

Tengo dentro
un salto de pájaro espantado,
un niño helado en su futuro,
un camino que no deja de ir
y un árbol inmóvil
soltando frutos oscuros.

No hay contemplación: mi limosna es mi cuerpo.
Ya no me sirve el universo
                               ni le sirvo yo.

Hacia una luz inválida se va el día.
Y no me lleva.
Donde yo duermo, trinan como perras,
                                       mendigas, las palomas.

De El amanecido, 2005.