lunes, 25 de marzo de 2013

Hay poetas



Hay poetas que le escriben a la muerte
deslizándose en el céfiro de algún cielo
humedecido con su semen,
en la intemperie sólo deben arrojar un poema al viento
para que el mundo arda y caliente su cuerpo poético.
No saben de política, ni de economía, ni de estadísticas mundiales
pero guardan bajo sus mangas epígrafes recónditos
y se sienten grandiosos,
como si su labor fuera de otro mundo,
o el mundo les quedara corto. Pero tienen miedo de morir.
Ya no saben si suicidarse de una vez por todas
para pintar un verso en su tumba
¡y ser inmortales!

sábado, 16 de marzo de 2013

Subempleo en el bus


Estoy en la buseta al medio día, con un calor de los quintos infiernos, pegado a un gordo que me suda en el brazo a quemarropa. En estos transportes el subempleo es habitual: desde payasos, vendedores de caramelos, chocolates, artistas. Ecuador tiene talento, lo que no tiene es trabajo. A veces creo que el trabajo se piensa como mendrugos para la sociedad, y yo sigo sentado viéndolo todo. 

Se sube un vendedor con una especie de collares donde se ajusta el celular. Si se vende café descafeinado, no veo tan ridículo el invento. El tipo comienza su discurso diciendo que le ha llegado el 'domingo siete' y que tiene que llevar el pan a la mesa de su hogar. Es obvio: nadie le compra, pero se despide agradeciendo por la colaboración sin olvidar nunca a Dios. Mira a la ventana del fondo de la buseta como si en sus ojos volaran todas las aves de rapiña sobre su cuerpo famélico, con su hijo que aun no nace, que aun no muere, en este desierto hostil, como si estuviera pensando "Dios, por qué me has abandonado". 

Luego de unos minutos se embarca una mujer, embarazada, con un bebé en sus brazos, y otra niña de diez añitos aproximadamente, con sus ojitos cansados de llorar por el hambre, su frente cansada de sudar por el trabajo no bien remunerado, con sus pies empolvados recorriendo los kilómetros que su padre caminó para abandonarlas. Entonan una canción religiosa con una especie de aullidos borrascosos que se derraman de sus gargantas roídas por una larga jornada. Los ojos del coro más triste que he visto en mi vida miran hacia adelante, ahogados en el mar del desempleo trabajador, gritando pero cantando "Dios, por qué me has abandonado".

jueves, 14 de marzo de 2013

Yves Bonnefoy

Poeta francés nacido en 1923. Además, ensayista y crítico literario.




La rapidez de las nubes

La cama, la ventana cercana, el valle, el cielo,
La rapidez espléndida de esas nubes,
La súbita garra de la lluvia en los cristales
Como si la nada rubricase el mundo.

En mi sueño de ayer
El grano de otros años ardía a fuego lento,
Sin calor, en el suelo embaldosado.
Descalzos, lo apartaban nuestros pies como un agua límpida.

¡Oh amiga mía,
Qué distancia tan débil separaba nuestros cuerpos!
La hoja de la espada del tiempo que merodea
Hubiese allí buscado en vano lugar para vencer!

Una piedra

Todo era pobre, desnudo, transfigurable
Nuestros muebles eran sencillos como las piedras
Tan sólo amábamos el saliente del muro
Fue ese espigón donde probábamos los mundos.

Desnudos, esa tarde
Los mismos de siempre, como la sed,
La misma tela roja, desgastada
Imagen, pasajera,
Nuestros inicios, nuestras prisas, nuestras confianzas

A menudo en el silencio

A menudo en el silencio de un abismo
Oigo –o deseo oír , no sé–
Un cuerpo que cae entre las ramas. Larga y lenta
Es esta caída; ningún grito
Viene nunca a interrumpirla y darle fin.

Entonces pienso en las procesiones luminosas
En un país que no nace ni muere.

La imperfección es la cima

Sucedía que era preciso destruir y destruir y destruir,
Sucedía que la salvación sólo era posible a ese precio.

Arruinar el rostro desnudo que asciende en el mármol,
Machacar toda forma , toda belleza.

Amar la perfección porque ella es el umbral,
Pero negarla una vez conocida, olvidarla muerta

La imperfección es la cima.

Nombre verdadero

Al castillo que fuiste lo llamaré desierto,
a tu rostro ausencia, noche a tu voz,
y cuando te derrumbes sobre la tierra estéril
al fulgor que te trajo lo llamaré la nada.

Morir es un país que amabas. Vengo
desde la eternidad por tu senda sombría.
Destruyo tu deseo, tu forma, tu memoria.
Soy tu enemigo, no tendré piedad.

Guerra te llamaré y probaré en ti
las libertades de la guerra, tendré en mis manos
tu rostro oscuro, traspasado, y en mi corazón
ese país que alumbra la tormenta

El espejo

Ayer aún las nubes
Pasaban por el fondo
Oscuro de este cuarto.
Pero el espejo ahora está vacío.

Nevar,
Desanudarse el cielo.

Del movimiento y la inmovilidad de Douve

I
Y ahora tú eres Douve en la última alcoba del verano.

Una salamandra huye por la pared. Su suave cabeza de hombre
expande la muerte del verano. "Quiero hundirme en ti, vida
estrecha", exclama Douve. "Relámpago vacío, recorre mis labios,
penétrame."

"Me gusta cegarme, entregarme a la tierra. No quiero saber nunca
más qué dientes fríos me poseen."

II
Toda una noche te soñé transformada en madera, Douve, para
mejor ofrecerte a la llama. Y estatua verde revestida de corteza,
para mejor gozar de tu cabeza luminosa.

Sintiendo bajo mis dedos la disputa de la lumbre y los labios:
vi que me sonreías. Pero me cegaba esa gran luz de las brasas en ti.

III
"Mírame, mírame he corrido!"

Estoy junto a ti, Douve, y te ilumino. Ya no hay entre nosotros
más que esta lámpara de piedra, ese poco de sombra apaciguada,
nuestras manos que la sombra espera. Salamandra sorprendida,
permaneces inmóvil.

Habiendo vivido el instante en que la carne más próxima se
transforma en conocimiento.

IV
Así permanecimos despiertos en lo más alto de la noche del ser.
Un arbusto se quebró.

Ruptura secreta, ¿con qué pájaro de sangre circulabas por
nuestras tinieblas?

¿A qué habitación venías en la que se agravaba el horror del
alba en los cristales?

(Poemas recopilados de una antología no oficial de Aquiles Julián, en República Dominicana)

Abismo de los justos en Casa de Soledad

Crítica del libro "Abismo de los justos", por el poeta Cristian López Talavera.

http://casadesoledad.blogspot.com/2013/01/el-abismo-de-los-justos.html

Abismo de los justos en Ciudad Hecatombe

Una crítica sobre el libro "Abismo de los justos", del poeta Alexis Cuzme.

martes, 12 de marzo de 2013

Rabindranath Tagore

Tagore nació Calcuta, India, en 1861. Inmerso en una familia de artistas, se desempeñó como filósofo, poeta, dramaturgo, novelista y músico. Fue el primer no-europeo en recibir el Premio Nobel, en 1913. Dejó un legado de aproximadamente un centenar de libros donde constan ensayos, cuentos, historias, poemas y cartas.


Este poeta bengalí muestra toda su espiritualidad que se entremezcla con lo cotidiano, creando un mundo donde el lirismo indio renace para el mundo occidental. La naturaleza está siempre presente en Entrevisiones de Bengala, debido a que en sus viajes escribe su filosofía poética en forma de cartas. Comparto algunas, que se encuentran ordenadas cronológicamente.

Shelidah
2 de Kartik (Octubre) de 1891

Cuando vengo al campo, dejo de ver al hombre como separado de lo demás. Así como el río correo por muchos climas, de igual forma la corriente de los hombres sigue parloteando, dando vueltas por bosques, aldeas y pueblos. No es un contraste real el de que los hombres pueden ir y pueden volver, pero yo sigo adelante para siempre. La humanidad, con todas sus corrientes y confluencias, grandes y pequeñas, fluye adelante y adelante, como lo hace el río, desde su fuente del nacer hasta su muerte; dos misterios oscuros en cada extremo y, entre los dos, juego, trabajo e incesante charla.

Allá los labradores cantan en los campos; aquí los barcos de pesca pasan flotando. El día va siguiendo su ruta y el calor del sol aumenta. Algunos bañistas están todavía en el río; otros han terminado y se encaminan hacia sus casas, con sus vasijas llenas de agua. Así, pasando ambas orillas del río, centenares de años han susurrado su camino, mientras el refrán se levanta como en un melancólico coro: ¡Yo sigo para siempre!

En el silencio del mediodía, se escucha a algún vaquero joven que llama con fuerte voz a su compañero; alguna barca chapotea hacia la orilla; las olas lamen el cántaro vacío que alguna aldeana deja descansar en el agua antes de hundirlo en ella; y con todos estos rumores se mezclan otros varios sonidos menos definidos: el gorjeo de los pájaros, el zumbar de las abejas, el plañidero chirriar de la casa, el barco que se mece suavemente de costado a costado; el todo universal componiendo la más tierna canción de cuna, como una madre que intentara calmar a un niño doliente. «No te desasosiegues», canta al acariciar tranquilizadoramente su frente febril. «No te apures, no llores más. Deja tus esfuerzos y tus rapacidades y tus luchas; olvida un poco y duerme un rato»

Bolpur
2 de Mayo de 1892

Hay muchas paradojas en el mundo y una de ellas es que dondequiera que el paisaje es inmenso, el cielo ilimitado, las nubes íntimamente densas, los sentimientos insondables –es decir en el infinito se manifiesta–, el compañero apropiado de toda esta grandeza es una persona sola. Una multitud allí parece trivial y distrayente.

Un individuo y el infierno están en planos iguales, dignos de mirarse uno a otro, cada uno desde su propio trono. Pero donde están muchos hombres ¡qué pequeños se hacen la humanidad y el infinito! ¡Cuánto tienen que quitarse los golpes a fin de encajar uno en otro! Cada alma necesita tanto lugar para explayarse que en una muchedumbre tiene que esperar espacios por entre los cuales sacar un poco la cabeza estirada de cada rato.

Así que el único resultado de nuestro ensayo de reunirnos es que nos hacemos incapaces de llenar nuestras manos unidas, nuestros brazos tendidos, con esta infinita e insondable extensión de la armonía del mundo.

Shelidah
31 de Jastha (Junio) de 1892

Detesto estas formalidades cumplimentares. Hoy día repito frecuentemente esta exclamación: «¡Mucho mejor quisiera ser un Beduino Árabe!» Una hermosa, saludable, fuerte y libre barbarie.

Siento que no quiero abandonar este constante envejecer, de pensamiento y cuerpo, con incensaste argumento y precisión, abandonar las cosas antiguas que decaen y sentir la alegría de una vida libre y vigorosa; tener –sean buenas o malas– ideas  aspiraciones amplias, sin vacilaciones, sin cadenas, libres de la eterna fricción entre la costumbre y el sentido y el deseo, el deseo y la acción.

¡Si yo solo pudiera libertar del todo, y sin límites, esta limitada vida mía; atacaría los cuatro puntos cardinales y levantaría ola tras ola de tumulto en todo alrededor; me iría corriendo, loco, como un caballo desbocado, por la alegría misma de mi propia velocidad! Pero soy bengalí, no beduino. Sigo sentado en mi rincón y me ensimismo y me preocupo y discuto. Vuelvo mi pensamiento hacia arriba primero por este lado, luego por el otro –como se fríe un pescado– y el aceite hirviendo levanta ampollas por los dos lados de mi alma.

Pase. Puesto que no puedo ser loco del todo, es justo que haga un esfuerzo para ser del todo cuerdo. ¿Por qué fomentar una pelea entre mis dos mitades?

Shelidah
9 de Agosto de 1894

Hoy vi un pájaro muerte que bajaba flotando en la corriente. La historia de su muerte es fácil de adivinar. Tuvo su nido en alg´¨n mango de las inmediaciones de la aldea. Volvió a casa al anochecer, cobijándose en el nido entre otros compañeros de suaves plumas, y descansando en el sueño reconfortante su leve cuerpecillo cansado. De repente, en la oscuridad de la noche, el poderoso Padma se revolcó ligeramente en su cama y la tierra que sustentaba y protegía las raíces del mango fue socabada, El pequeño ser, robado de su nido, despertó por un momento antes de volver a dormirse para siempre.

Cuando estoy en la presencia del terrible misterio de la Naturaleza, la diferencia entre mis persona y los demás seres vivos parece trivial. En las poblaciones, la sociedad humana ocupa un puesto preeminente y se nos presenta grande e importante; es cruelmente dura para la felicidad y la desgracia de otros seres menores cuando se comparan con la nuestra.

En Europa también el hombre es tan complejo y tan dominante que el animal es, casi siempre, solamente un animal para él. Para los indios la idea de la transmigración del alma del animal al hombre, y del hombre al animal, no parece extraña y por esto de nuestra escritura no ha sido desterrada, como un sentimiento exagerado, la piedad para todos los seres.

Cuando estoy en el campo, en íntimo contacto con la Naturaleza, el indio que hay en mí se yergue con más fuerza y no puedo permanecer fríamente ajeno a la abundante alegría de vida que late dentro del pecho cubierto de plumón de un solo pajarillo.

Shazadpur
5 de Setiembre de 1894

Me doy cuenta de lo hambriento que estoy de tiempo y de espacio y me sacio de ellos en estas habitaciones en donde reino, como único monarca, con todas las ventanas y puertas de par en par. Aquí el deseo y la facultad de escribir son míos como no lo son en otra parte alguna. Aquí el deseo y la facultad de escribir son míos como no lo son en otra parte alguna. El movimiento de la vida exterior me entra en las olas de verdor y, con su luz, perfume y sonido, estimulan mi fantasía hasta llegar a escribir cuentos.

Las tardes tienen un especial hechizo suyo. El resol, el silencio, la soledad, los gritos de los pájaros, –especialmente el estridente chillar de los grajos–, y la deliciosa y descansada abundancia del tiempo; todos estos factores conspiran para que me entregue del todo a la belleza.

Exactamente de mediodías así parecen haberse hecho Las mil y una noches –en Damasco, Bujara o Semarcanda– con sus caminos del desierto, sus filas de camellos, jinetes errantes, fuentes de cristal brotando bajo la sombra de los bosques de pluma de las palmas datileras; sus soledades de rosas, sus cantos de ruiseñores, sus vinos de chiraz, sus estrechos callejones de bazares, con alegres toldos en lo alto; los hombres con ropas sueltas y turbantes multicolores, vendiendo nueces, dátiles y melones; sus palacios, fragantes de incienso, son lujosos divanes cubiertos de cojines suntuosamente mullidos, junto a las ventanas; sus Zobedia o Amina o Sufria con blusas vistosamente decoradas, anchos pantalones y zapatillas bordadas de oro, su largo narguile enroscado a sus pies; con eunucos de libreas suntuosas formando guardia, y todas las historias posibles e imposibles de hechos y deseos humanos, y las risas y los gemidos de aquella distante y misteriosa región.

(De Entrevisiones de Bengala, 1983, traducción de Zenobia Camprubí de Jiménez)

miércoles, 6 de marzo de 2013

João Cabral de Melo Neto

Poeta y diplomático brasileño nacido en Recife, Pernambuco en 1920. De poesía popular surrealista, primo del poeta Manuel Bandeira, Recibió el premio Premio Camões, Neustadt International Prize for Literature y Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.


II Paisagem de Capibaribe

Entre a paisagem 
o rio fluía 
como uma espada de líquido espesso. 
Como um cão 
humilde e espesso. 

Entre a paisagem 
(fluía) 
de homens plantados na lama; 
de casas de lama 
plantadas em ilhas 
coaguladas na lama; 
paisagem de anfíbios 
de lama e lama. 

Como o rio 
aqueles homens 
são como cães sem plumas 
(um cão sem plumas 
é mais 
que um cão saqueado; 
é mais 
que um cão assassinado. 

Um cão sem plumas 
é quando uma árvore sem voz. 
É quando de um pássaro 
suas raízes no ar. 
É quando a alguma coisa 
roem tão fundo 
até o que não tem). 

O rio sabia 
daqueles homens sem plumas. 
Sabia 
de suas barbas expostas, 
de seu doloroso cabelo 
de camarão e estopa. 

Ele sabia também 
dos grandes galpões da beira dos cais 
(onde tudo 
é uma imensa porta 
sem portas) 
escancarados 
aos horizontes que cheiram a gasolina. 

E sabia 
da magra cidade de rolha, 
onde homens ossudos, 
onde pontes, sobrados ossudos 
(vão todos 
vestidos de brim) 
secam 
até sua mais funda caliça. 

Mas ele conhecia melhor 
os homens sem pluma. 
Estes 
secam 
ainda mais além 
de sua caliça extrema; 
ainda mais além 
de sua palha; 
mais além 
da palha de seu chapéu; 
mais além 
até 
da camisa que não têm; 
muito mais além do nome 
mesmo escrito na folha 
do papel mais seco. 

Porque é na água do rio 
que eles se perdem 
(lentamente 
e sem dente). 
Ali se perdem 
(como uma agulha não se perde). 
Ali se perdem 
(como um relógio não se quebra). 

Ali se perdem 
como um espelho não se quebra. 
Ali se perdem 
como se perde a água derramada: 
sem o dente seco 
com que de repente 
num homem se rompe 
o fio de homem. 

Na água do rio, 
lentamente, 
se vão perdendo 
em lama; numa lama 
que pouco a pouco 
também não pode falar: 
que pouco a pouco 
ganha os gestos defuntos 
da lama; 
o sangue de goma, 
o olho paralítico 
da lama. 

Na paisagem do rio 
difícil é saber 
onde começa o rio; 
onde a lama 
começa do rio; 
onde a terra 
começa da lama; 
onde o homem, 
onde a pele 
começa da lama; 
onde começa o homem 
naquele homem. 

Difícil é saber 
se aquele homem 
já não está 
mais aquém do homem; 
mais aquém do homem 
ao menos capaz de roer 
os ossos do ofício; 
capaz de sangrar 
na praça; 
capaz de gritar 
se a moenda lhe mastiga o braço; 
capaz 
de ter a vida mastigada 
e não apenas 
dissolvida 
(naquela água macia 
que amolece seus ossos 
como amoleceu as pedras).

Paisaje de Capibaribe

Entre el paisaje
el río fluía
como una espada de líquido espeso.
Como un perro
humilde y espeso.

Entre el paisaje
(fluía)
de hombres plantados en el lodo;
de casas de lodo
plantadas en islas
coaguladas en el lodo;
paisaje de anfibios
de lodo y lodo.

Como el río
aquellos hombres
son como perros sin plumas
(un perro sin plumas
es más
que un perro saqueado;
es más
que un perro asesinado.

Un perro sin plumas
es cuando un árbol queda sin voz.
Es cuando un pájaro
deja sus raíces en el aire.
Es cuando a alguna cosa
roen tan hondo
hasta lo que no tiene).

El río sabía
de aquellos hombres sin plumas.
Sabía
de sus barbas expuestas,
de su doloroso cabello
de camarón y estopa.

Sabía también
de los grandes galpones de orillas de los muebles
(donde todo
es una inmensa puerta
sin puertas)
de cara
a los horizontes que huelen a gasolina.

Y sabía
de la magra ciudad de corcho
desde hombres huesados,
donde puentes, altillos huesados
(van todos
vestidos de brin)
secan
hasta su más honda caliza.

Pero el conocía mejor
a los hombres sin pluma.
Estos
secan
aún más allá
de su paja;
más allá
hasta
de la camisa que no tienes;
mucho más allá del nombre
aún escrito en hoja

Porque es en el agua del río
que ellos se pierden
(lentamente
y sin diente)/
allí se pierden
(Como agua una aguja no se pierde).
Allí se pierden
(como un reloj no se quiebra.)

Allí se pierden
como un espejo no se quiebra.
Allí se pierden
como se pierde el agua derramada:
sin el diente seco
con que de repente
en un hombre se rompe
el hilo del hombre.

En el agua del río,
lentamente,
se van perdiendo
en lodo; en un lodo
que poco a poco
tampoco sabe hablar;
que poco a poco
gana los gestos difuntos
del lodo;
la sangre de goma,
el ojo paralítico
del lodo.

En el paisaje del río
difícil es saber
donde comienza el río;
donde el lodo
comienza del río;
donde la tierra
comienza del lodo;
donde el hombre
donde la piel
comienza del lodo;
donde comienza el hombre
en aquel hombre.

Difícil es saber
si aquel hombre
ya no está
más allá del hombre;
más allá del hombre
al menos capaz de roer
los huesos del oficio;
capaz de sangrar
en la plata;
capaz de gritar
si la molienda le mastica el brazo;
capaz
de tener la vida masticada
y no apenas
disuelta
(en aquella agua suave
que ablanda sus huesos
como ablandó las piedras).

(De Perro Sin Plumas,  Leviatán, 2008)