viernes, 23 de agosto de 2013

Abrásame, mi amor, abrásame.


Abrásame, mi amor, abrásame.
Consume todo lo que me queda hasta el tuétano del alma, lo que se enraíza en los andamios de mi ser.
Tu nombre se encabrita fugaz como esquirlas que se apisonan en la lejanía de este paroxismo en llamas.
El universo copula en tus ojos y yo quiero desenterrarlo
con estas manos que rozan un crepitar sesudo.

Abrásame, mi amor, abrásame.
Suspendido en los siglos de tu mirar,
mi cuerpo se campanea como el suicida en el madero esperando el reencuentro con la nada.
Seríamos esa duplicidad ardiente de las nadas sumadas,
una pira majestuosa en los portarretratos, seríamos
nuestra propia luz encegueciéndonos, el dialecto del fuego
enamorado.

Abrásame, mi amor, abrásame.
Cuando mi lengua toca tu lengua, son dos piedras chocando
intentando el común incendio.


Abel Ochoa, 2013.

miércoles, 19 de junio de 2013

Yudith Blejer

De "Con la piel a cuestas", 1975.


ASÍ SOY YO

ESTOY hecha de arcilla
sometida al filo ciego de la materia
entre perros hambrientos
y lepra de palabras.

Solitaria, ayer sin sol
con la frente caída como una estatua
reclamo un sitio donde apoyar
los hombros y las manos.

Mírame,
apenas un sueño
entre rudas raíces retorcidas
y gusanos que penetran cadáveres

Hoy,
golpeando las paredes
de una noche inconclusa
deseo, anhelo, casi lágrima oscura
refugio entre lianas
donde pueda llorar a solas.

DESPERTAR

SANGRE que llevas en tus entrañas benditas
el sueño herido de un pájaro carpintero,
la melancolía de un beso en rocas de mimbre
la angustia mezclada en el cenicero.

Cuerpo que ocultas las llamas
convirtiendo la carne en silencios
ahogando la planta sagitaria y salvaje
que eclosiona en su pecha de hemisferios.

Rostro pasajero de óxido de estrellas
densificas los humores de la piel en tierra
bañada por la oceánica morbidez del mar
que corre afiebrada entre náuticos alientos.

LAS PRIMERAS HORAS

TENGO voz partida y lengua derramada
manos rotas y brazos desgajados
de alcanzar tu estampa suspendida en la nada.
Quiero que me siembres de palabras la sangre
irizando con tus párpados mis sienes
apretando mis moléculas al sonido de tu cuerpo
para que pueda girar en fuga loca
haciendo tambalear los prejuicios de mis límites
inundando los bosques como un río terrible
forjándonos en lucha viva de mi pelea oscura
nutriéndonos de polen en las angustias del alba
y cuando llegue la hora de los silencios
que no tienen palabras ni miradas,
te buscaré como una lágrima en un libro olvidado
en el único sistema planetario con pájaros
donde la vida se pueda contemplar en el olvido.

Joaquín Giannuzzi

De "Un arte callado", 2009.


LA PESTE

Estas calles y sus días se alargan con mucho sufrimiento
a total disposición del mal.
Por algún milagro que desconozco
por la ciudad camino todavía.
La época dispara su metralla hacia distintas direcciones
y toda cosa viva se ofrece como un blanco propicio a la peste.
Cómo se entiende esto, la intensidad
con que una mano se justifique
en el aniquilamiento de otra.
Sigo de pie, no destruido sino hecho a un lado,
apartado hasta que se agote la humanidad de mis ojos
y todas sus rotas convicciones.
Antes de caer baleado
–y todo el mundo ignorando en nombre de qué fue mi blanco elegido–
me pregunto si llegaré a tiempo
para morir sin asco ni locura.

MAGNIFICAT

Ven a mí gloria del mundo
y ocupe tu música en mi corazón
el sitio que Dios ha abandonado.
No me dejes a solas
con mi balbuceo terrestre
soplando pequeñas palabras
a través de las cuerdas insípidas
que sólo cuentan conmigo para perdurar.

APROXIMACIÓN A UNA ONTOLOGÍA

Pero qué es esta descomunal presencia, éste animal espejo,
esta masa pesada y sospechosa
donde el pequeño yo se pierde hasta volverse cero y ciego,
girando entre millones
que quieren comer y entender un poco como él.
Qué es este abundante tejido, esta cosa maciza, empecinada,
que el yo nervioso quiere penetrar como un taladro
para ver qué sucede, si hay alguna
explicación detrás, un lenguaje articulado,
alguna forma claramente organizada.
Qué es esta materia total, esta respiración obligatoria,
esta caliente apariencia iluminada, fisiológica,
que lo hace sospechoso entre millones
que tragan y sollozan como él,
estas tristes porciones de opacidad.
Pero qué es esto, qué es lo que todo esto está tratando de decir.

lunes, 13 de mayo de 2013

Así cantamos con Zaratustra

Desde Bilbao, España, les presento la musicalización que hace el psiquiatra, miembro de la Txori-Herri Medical Association y de los Beautiful Brains, el Profesor Pitiklinov @pitiklinov, del poema que consta en mi primer poemario, El abismo de los justos.

http://www.youtube.com/watch?v=xaeDH1SUk7U&feature=youtu.be

viernes, 10 de mayo de 2013

Huilo Ruales II


Huilo Ruales, en su libro de microrelatos, smog: 100 grageas para morir de pie, continua su discurso con descripciones circenses, escalofriantes acontecimientos contados con su particular ironía. La realidad citadina es mostrada fuera del peldaño del estilo rimbombante de muchos escritores que están en el círculo literario.


lunes de sicólogo

entro y le escupo en la cara y un poco en la camisa y enseguida le cuento que a los doce años un hombre peludo se puso de rodillas sollozando al pie de la redonda cama de mi madre y que las gallinas en mi infancia ponían huevos de madera a lo largo de la noche y que la jauría de enanos de la servidumbre me daba besos de azufre y que la escuela casi siempre se extraviaba y que mi padre era siquiatra y todos le escupían en la cara.

El peso de la corona

1. hay un hombre que llega y pide permiso al rey para ocupar una silla a su lado. 2. el rey se la niega/ le explica  que es el rey/ que los reyes necesitan estar solos/ contemplando la nada/ o el transcurso horrendo de sus disposiciones. 3. el hombre, entonces, lo degüella/ ocupa su corona, su cetro y su trono. 4. otro hombre llega y pide permiso al nuevo rey para ocupar una silla a su lado. 5. el nuevo rey lo permite y el hombre se sienta/ no sin antes haber sido despojado de sus armas. 6. agobiado de tanto vigilar al hombre durante varias noches con sus días/ el nuevo rey cae en un sueño abismal. 7. en el sueño, el hombre se levanta blandiendo una espada iluminada como un rayo/ el nuevo rey trata de defenderse, pero el hombre lo degüella de un solo tajo/ 8. con desdicha más que con horror mira su cuerpo anegado en sangre/ su cabeza descoyuntada/ solitaria/ sus ojos excesivamente abiertos que contemplan el cielo brumoso/ también mira al hombre que tira la espalda en el fuego antes de posesionarse de la corona, el cetro y el trono. 9. el nuevo rey de despierta con la decisión de ceder su trono al hombre que le ha matado en sueños/ pero el hombre no está en la silla contigua a su trono ni en ninguna parte. 10. en vano espera durante años/ incluso ha olvidado que era el nuevo rey y cree haberlo sido toda la vida. 11. pierde la esperanza de que el hombre vuelva, aunque éste con su espada siga atormentándolo en sueños/ en cambio guarda la esperanza de que en cualquier otro hombre llegue su asesino. 12. mientras tanto, no hace otra cosa que sentirse cada vez más solo/ contemplando el cielo y la nada/ y el transcurso horrendo de sus disposiciones.

Soy una bestia peluda

Todos sufrieron por mí. Por mi pelambre. Nací a media noche. En ese mismo momento, mi padre inseminaba a la Ligia Velasteguí cuyo fruto fue el imbécil del Federico. Mi madre tenía trece años. Encinta ya y todavía jugaba con muñecas. Mi padre se casó con ella porque se enamoró de su boca pulposa y porque ella le tenía miedo enamorado, como toda víctima de su secuestrador. La Ligia Velasteguí, en cambio, tenía la boca de ave rapaz. También la nariz y los dedos y la voz. Todos sufren por mí, pese a que estoy ya viejo. La angustia que ande corriendo por la calle el fin del mundo. Mi padre y mi madre murieron hace algunos años y en carambola. Yo entro y salgo de los hospicios. En ellos me comporto mejor que los cuidadores. Por eso, cada vez, me mandan afuera. El Estado, me dicen, no puede estar socapando a vagos. Yo soy cantor de nacimiento. También soy ciego de nacimiento, además de peludo. Federico también es ciego de nacimiento, además de peludo. Todos los hijos de mi padre nacieron ciegos. Cuatro ciegos y tres ciegas. De todos, el más imbécil es Federico. Federico toca el acordeón y canta boleros en los yates turísticos de lujo. Yo, desde la orilla, denuncio que Federico me robó la voz, por no decir el destino, pero nadie me escucha. Hace años que todos se fueron. Quién no canta en los yates turísticos de lujo, Yo.

Perro Sindueño

El Perro Sindueño ladra funerariamente cada vez que un avión atraviesa el cielo. La ciudad está vacía. Todos han huido del sol, salvo los Niños Grises que no conocen el tiempo. Los Niños Grises que brotan o desaparecen por las alcantarillas. El Perro Sindueño es de color blanco sucio y vive en la esquina, atado a una cuerda invisible. La cuerda le alcanza para deambular por los basureros de dos o tres manzanas. La negra cuidadora de autos usa gorra, chaqueta militar y una vara de madera. Todo es sucio en esta esquina: la ropa de la negra, el perro, el bar colombiano donde no entra nadie. Tampoco sale nadie, como si el hueco de la puerta fuera más bien una pintura, un trompe l'oeil. El Perro Sindueño se ovilla en una ranura de sombra y duerme. Desconoce el sentido del trabajo. Le importa una nada los chillidos de los asaltados por los Niños Grise. Ni siquiera el ulular de las ambulancias o los balazos lo conmueven. Solo el hambre lo despierta. O los aviones. Cuando brama un avión el Perro Sindueño se pone de pie, apunta el hocico al cielo como un francotirador vietnamita y aúlla fino. Un aullido largo y lastimero, como si recordara a su amo que lo dejó atado en la esquina. No se diga cuando llega el 24 de mayo que es fiesta nacional. En ese día, el cielo se mancha de aviones de guerra que hacen piruetas en honor de la patria. El Perro Sindueño, en consecuencia, se vuelve loco. Apuna el hocico a cada avión y aúlla a todos en una ráfaga que no termina sino cuando los aviones desaparecen tragados por su propio humo. Entonces, el Perro Sindueño, sin tener tiempo a ovillarse, se pega al suelo y exánime se duerme como muerto.

Hoy es domingo. El sol se multiplica en las vitrinas, en el piso mugriento que parece de oro. La Negra maldice el sol y la vida porque hay autos. A causa del sol no hay nadie. Nadie, aparte de un distante par de Niños Grises tirados bajo un árbol. Aparte del Perro Sindueño y una esquelética perra. La Negra, con una iracundia desidiosa, golpea a los perros. Perro y perra intentan desatarse pero no logran, se quejan. Un Airbus 380 interrumpe el cielo. El Perro Sindueño por primera vez no aúlla. Solo pierde la erección y se desata de la perra.

La perra esquelética se aleja bamboleando sus tetas que casi rozan el suelo hirviente. La Negra Cuidadora de Autos y el Perro Sindueño se quedan en la esquina. En la ranura de sombra. uno al lado del otro.

lunes, 29 de abril de 2013

Manuel Maples Arce

Poeta mexicano, fundador del estridentismo. Estudió la primaria en Tuxpan y la preparatoria en Jalapa y Veracruz, donce escribió para los diarios El Dictamen y La Opinión. En 1920 se mudó a la capital, donde se obtuvo el título de abogado en la Escuela Libre de Derecho (1925).


Andamios interiores, poemas radiográficos, el primer poemario vanguardista de un mexicano publicado en México el 15 de julio de 1922, forma parte de nuestra biblioteca para reencontrarnos con los inicios de la vanguardia en América Latina, que inauguraron el movimiento estridentista y que en primer instante causó críticas mayormente negativas. Sus metáforas desaforadas y adjetivaciones insólitas se contrapusieron con lo que criticó Jorge Luis Borges argumentando que no es dable "urdir metáforas de una plenaria novedad".  Con tremenda carga futurista por las máquinas que describe, con el movimiento y la electricidad, este libro desborda nuestros sentidos y nos hace volver las páginas a la historia.

Prisma

Soy un punto muerto en medio de la hora,
equidistante al grito náufrago de una estrella.
Un parque de manubrio se engarrota en la sombra,
y la luna sin cuerda
me oprime en las vidrieras.
                                             Margaritas de oro
                                             deshojadas al viento.

La ciudad insurrecta de anuncios luminosos
flota en los almanaques,
y allá de tarde en tarde,
por la calle planchada se desangra un eléctrico.

El insomnio, lo mismo que una enredadera,
se abraza a los andamios sinoples del telégrafo,
y mientras que los ruidos descerrajan las puertas,
la noche ha enflaquecido lamiendo su recuerdo.

El silencio amarillo suena sobre mis ojos.
¡Prismal, diáfana mía, para sentirlo todo!

Yo departí sus manos,
pero en aquella hora
gris de las estaciones,
sus palabras mojadas se me echaron al cuello,
y una locomotora
sedienta de kilómetros la arrancó de mis brazos.


Hoy suenan sus palabras más heladas que nunca.
¡Y la locura de Edison a manos de la lluvia!

El cielo es un obstáculo para el hotel inverso
refractado en las lunas sombrías de los espejos;
los violines se suben como la champaña,
y mientras las ojeras sondean la madrugada,
el invierno huesoso tirita en los percheros.

Mis nervios se derraman.
                             La estrella del recuerdo
naufragada en el agua
del silencio.
                    Tú y yo
                               coincidimos
                               en la noche terrible,
meditación temática

deshojada en jardines.

Locomotoras, gritos,
arsenales, telégrafos.

El amor y la vida
son hoy sindicalistas,

y todo se dilata en círculos concéntricos.


Todo en un plano oblicuo...

En tanto que la tisis —todo en un plano oblicuo—
paseante de automóvil y tedio triangular,
me electrizo en el vértice agudo de mí mismo.
Van cayendo las horas de un modo vertical.

Y simultaneizada bajo la sombra eclíptica
de aquel sombrero unánime,
se ladea una sonrisa,
mientras que la blancura en éxtasis de frasco
se envuelve en una llama d’Orsay de gasolina.

                                           Me debrayo en un claro
                                           de anuncio cinemático.

Y detrás de la lluvia que peinó los jardines
hay un hervor galante de encajes auditivos;
a aquel violín morado le operan la laringe
y una estrella reciente se desangra en suspiros.

Un incendio de aplausos consume las lunetas
de la clínica, y luego —¡oh anónima de siempre!—

desvistiendo sus laxas indolencias modernas,
reincide —flor de lucro— tras los impertinentes.

                                           Pero todo esto es sólo
                                           un efecto cinemático,
porque ahora, siguiendo el entierro de coches,
allá de tarde en tarde estornuda un voltaico
sobre las caras lívidas de los “players” románticos,
y florecen algunos aeroplanos de hidrógeno.

En la esquina, un “umpire” de tráfico, a su modo,
va midiendo los “outs”, y en este amarillismo,
se promulga un sistema luminista de rótulos.

Por la calle verdosa hay brumas de suicidio.


Tras los adioses últimos…

Tardes alcanforadas en vidrieras de enfermo,
tras los adioses últimos de las locomotoras,
y en las palpitaciones cardíacas del pañuelo
hay un desgarramiento de frases espasmódicas.

El ascensor eléctrico y un piano intermitente
complican el sistema de la casa de “apartments”,
y en el grito morado de los últimos trenes
intuyo la distancia.

A espaldas de la ausencia se demuda el telégrafo.
Despachos emotivos desangran mi interior.

Sugerencia, L-10 y recortes de periódicos;
¡oh dolorosa mía,
tú estás lejos de todo,
y estas horas que caen amarillean la vida!


En el fru-fru inalámbrico del vestido automático
que enreda por la casa su pauta seccional,
incido sobre un éxtasis de sol a las vidrieras,
y la ciudad es una ferretería espectral.

                                  Las canciones domésticas
                                  de codos a la calle.

(¡Ella era un desmayo de prestigios supremos
y dolencias católicas de perfumes envueltos
a través de mis dedos!)

Accidente de lágrimas. Locomotoras últimas
renegridas a fuerza de gritamos adiós,
y ella en 3 latitudes, ácida de blancura,
derramada en silencio sobre mi corazón.

domingo, 28 de abril de 2013

Ernesto Carriȯn

Ernesto Carrión nació en Guayaquil, Ecuador, en 1977. Ha colaborado con la prensa escrita, realizado trabajos de crítica literaria, ejercido la docencia y participado en encuentros literarios fuera y dentro de su país.  Textos suyos han aparecido en revistas y antologías latinoamericanas. Ha trabajado en poesía el libro La muerte de caín, cuarteto formado por los poemarios: El Libro de la Desobediencia, 2002; Carni vale, Premio Nacional de Literatura “César Dávila Andrade”, 2002; Labor del Extraviado, 2005 y La Bestia Vencida (inédito). También participó en el libro colectivo Porque nuestro es el exilio, Eskeletra editores, Quito, 2006. Actualmente trabaja en el quinteto Los duelos de una cabeza sin mundo. El poemario Demonia Factory -parte de ese nuevo trabajo- ganó el VI Premio Latinoamericano de Poesía Ciudad de Medellín, 2007.


El libro de la desobeciencia despierta las aguas mansas de la fe cristiana con versos como Cuán alto han elevado construcciones por temor al cielo, dando certezas y no preguntas como Yo sé que el cielo es sólo un enigma donde coloca el crimen sus guardianes.  Con conocimiento de la Creación en el Génesis, las metáforas y la construcción a ratos autómata apuntalan a un sólo sitio: la desobediencia a la divinidad imperante.


Resurrección

El bosque y la fogata me aguardan cerca.

Bajo el brazo, la alforja de los sueños,
Se columpia.

Y sabias las flores se recogen
Hacia un principio donde ya no habrá peligros.

¿Pero dónde está dios para danzar conmigo, a esta hora en que la victoria es sólo otra máscara de la derrota?

Húmedo, aguardo como la arena aguarda por la ola. Donde la muerte está entretenida con sus pesadillas.

El hombre
I

Quizá es cierto que el verbo era el principio, y no el misterio que despierta el grano y la emboscada, o el error frenético que no puede quebrarnos, que al menos esta vez carga la sangre.

¡Oh mundo de hombres ahí escondidos para nadie! De peces como pequeñas burbujas que nadie besa, de flores que hacen sobre el hierro sus jóvenes desastres. Que sólo sirves para desnudarme y desnudarte, que violas mi silencio aún de rodillas. Que prestas la piel, hoy bosque de cuchillos, para atravesar la luz, los tiempos y a los otros.
Que me diste la infancia para deslumbrarme, la juventud para luchar contigo, y la vejez para vencerme.
Yo no quiero la sangre de tu espejo, pero canto.

Si supieras qué triste es la luna que aparece rubia sobre tus escombros. Que todo miedo de palpar lo que la luz resiste, ha hecho un imperio de esta cuna de bárbaros y verbos. Que a veces el tiempo parece penetrar por mi ventana, parece que existiera; y aunque tengo ganas de callar, el aire que me ignora invade el pecho, y baja por el labio. Y aunque hundido en el dolor y la belleza, parece una caricia.

Los cantos de la sal
IV

El día comenzaba como un inmenso texto ante mis ojos.
Y desde nosotros, todo era resplandor que ocultaba el movimiento.
Iremos al mar, decías, donde todo se reanuda sobre el deterioro.
Donde crecen las piedras sobre mi mano.
Te acariciaba la luz como a una víbora envuelta entre las nubes.
Y tu vano aliento se equilibraba en un arco de miradas lentas, pero mías.
Recuerdo que saltabas precipicios para intentar la vida.

Todavía florece de ese sueño tú única manera de volver.
                                                    La única que conozco.

Cuando éramos y no después del gozo, mil recuerdos.

El libro de la desobediencia
(21)

Tiene la noche el escudo más herido.

Y el pasto a lo lejos se advierte
Como un antiguo instrumento para medir la espera.

Mutilados los árboles por las veredas
Recuerdan como un sueño
La fiesta de las aves.

Luciérnagas encienden por segundos sus torres de aire.
Y la luna muestra su trono inagotable y espeso.

Nada reclamaremos a la vejez cuando llegue.

Nada a la juventud, por extirpar la infancia.

Carta personal
VIII (personae)

Qué, sino este tránsito de silencio, quedará de nosotros.
Qué, sino esta pesadilla de sentir lo falso y dulce.

Hay quienes, incluso por temor, recuerdan todo.
(Y llaman rostro a este campo de susurros).

Si todo lo que vive, es sólo ajenamente semejante.
Si haber estado en todas partes, de algún modo,
Fue como nunca haber estado.

(De El libro de la desobediencia, 2002)

martes, 9 de abril de 2013

Aurelio Arturo


Este poeta, abogado colombiano y magistrado de la corte de trabajo y de la corte militar, de paso lento, como lector y traductor de varios poetas de lengua inglesa, es considerado el mejor poeta de su país en el siglo XX. Pese a su escasa obra, con un único libro que presentamos a continuación, amigo de varios piedracielistas pero no inmiscuido en el ambiente literario de lleno.


Este poemario que consta de 14 poemas, recopilados de revistas literarias y demás publicaciones, nos envuelve con su poesía de musicalidad que algunas veces se aproxima al simbolismo, con reiteraciones con temas obsesivos como la niñez, las sombras, la luz, la noche.

CANCIÓN DE AYER
a Esteban

Un largo, un oscuro salón rumoroso
cuyos confines parecían perderse en otra edad balsámica.
Recuerdo como tres antorchas áureas nuestras cabezas inclinadas
sobre aquel libro viejo que rumoraba profundamente en la noche.

Y la noche golpeaba con leves nudillos en la puerta de roble.
Y en los rincones tantas imágenes bellas, tanto camino
soleado, bajo una leve capa de sombra luciente como terciopelo.

La voz de Saúl me era una barca melodiosa.
Pero yo prefería el silencio, el silencio de rosas y plumas,
de Vicente, el menor, que era como un ángel
que hubiese escondido su par de alas en un profundo armario.

Mas, ¿quién era esa alta, trémula mujer en el salón profundo?,
¿quién la bella criatura en nuestros sueños profusos?
¿Quizá la esbelta beldad por quien cantaba nuestra sangre?
¿O así, tan joven, de luz y silencio, nuestra madre?

O acaso, acaso esa mujer era la misma música,
la desnuda música avanzando desde el piano,
avanzando por el largo, por el oscuro salón como en un sueño.

(A ti, lejano Esteban, que bebiste mi vino,
te lo quiero contar, te lo cuento en humanas, míseras palabras:
Cuando estás en la sombra, cuando tus sueños bajan
de una estrella a otra hasta tu lecho,
y entre tus propios sueños eres humo de incienso,
quizá entonces comprendas, quizá sientas,
por qué en mi voz y en mi palabra hay niebla).

Un largo, un oscuro salón, talvez la infancia.
Leíamos los tres y escuchábamos el rumor de la vida,
en la noche tibia, destrenzada, en la noche
con brisas del bosque. Y el grande, oscuro piano,
llenaba de ángeles de música toda la vieja casa.


CANCIÓN DE LA NOCHE CALLADA

En la noche balsámica, en la noche,
cuando suben las hojas hasta ser las estrellas,
oigo crecer las mujeres en la penumbra malva
y caer de sus párpados la sombra gota a gota.

Oigo engrosar sus brazos en las hondas penumbras
y podría oír el quebrarse de una espiga en el campo.

Una palabra canta en mi corazón, susurrante
hoja verde sin fin cayendo. En la noche balsámica,
cuando la sombra es el crecer desmesurado de los árboles,
me besa un largo sueño de viajes prodigiosos
y hay en mi corazón una gran luz de sol y maravilla.

En medio de una noche con rumor de floresta
como al ruido levísimo del caer de una estrella,
yo desperté en un sueño de espigas de oro trémulo
junto del cuerpo núbil de una mujer morena
y dulce, como a la orilla de un valle dormido.

Y en la noche de hojas y estrellas murmurantes,
yo amé un país y es de su limo oscuro
parva porción el corazón acerbo;
yo amé un país que me es una doncella,
un rumor hondo, un fluir sin fin, un árbol suave.

Yo amé un país y de él traje una estrella
que me es herida en el costado, y traje
un grito de mujer entre mi carne.

En la noche balsámica, noche joven y suave,
cuando las altas hojas ya son de luz, eternas...

Mas si tu cuerpo es tierra donde la sombra crece,
si ya en tus ojos caen sin fin estrellas grandes,
¿qué encontraré en los valles que rizan alas breves?,
¿qué lumbre buscaré sin días y sin noches?

(De Morada al sur, 1945)

lunes, 25 de marzo de 2013

Hay poetas



Hay poetas que le escriben a la muerte
deslizándose en el céfiro de algún cielo
humedecido con su semen,
en la intemperie sólo deben arrojar un poema al viento
para que el mundo arda y caliente su cuerpo poético.
No saben de política, ni de economía, ni de estadísticas mundiales
pero guardan bajo sus mangas epígrafes recónditos
y se sienten grandiosos,
como si su labor fuera de otro mundo,
o el mundo les quedara corto. Pero tienen miedo de morir.
Ya no saben si suicidarse de una vez por todas
para pintar un verso en su tumba
¡y ser inmortales!

sábado, 16 de marzo de 2013

Subempleo en el bus


Estoy en la buseta al medio día, con un calor de los quintos infiernos, pegado a un gordo que me suda en el brazo a quemarropa. En estos transportes el subempleo es habitual: desde payasos, vendedores de caramelos, chocolates, artistas. Ecuador tiene talento, lo que no tiene es trabajo. A veces creo que el trabajo se piensa como mendrugos para la sociedad, y yo sigo sentado viéndolo todo. 

Se sube un vendedor con una especie de collares donde se ajusta el celular. Si se vende café descafeinado, no veo tan ridículo el invento. El tipo comienza su discurso diciendo que le ha llegado el 'domingo siete' y que tiene que llevar el pan a la mesa de su hogar. Es obvio: nadie le compra, pero se despide agradeciendo por la colaboración sin olvidar nunca a Dios. Mira a la ventana del fondo de la buseta como si en sus ojos volaran todas las aves de rapiña sobre su cuerpo famélico, con su hijo que aun no nace, que aun no muere, en este desierto hostil, como si estuviera pensando "Dios, por qué me has abandonado". 

Luego de unos minutos se embarca una mujer, embarazada, con un bebé en sus brazos, y otra niña de diez añitos aproximadamente, con sus ojitos cansados de llorar por el hambre, su frente cansada de sudar por el trabajo no bien remunerado, con sus pies empolvados recorriendo los kilómetros que su padre caminó para abandonarlas. Entonan una canción religiosa con una especie de aullidos borrascosos que se derraman de sus gargantas roídas por una larga jornada. Los ojos del coro más triste que he visto en mi vida miran hacia adelante, ahogados en el mar del desempleo trabajador, gritando pero cantando "Dios, por qué me has abandonado".

jueves, 14 de marzo de 2013

Yves Bonnefoy

Poeta francés nacido en 1923. Además, ensayista y crítico literario.




La rapidez de las nubes

La cama, la ventana cercana, el valle, el cielo,
La rapidez espléndida de esas nubes,
La súbita garra de la lluvia en los cristales
Como si la nada rubricase el mundo.

En mi sueño de ayer
El grano de otros años ardía a fuego lento,
Sin calor, en el suelo embaldosado.
Descalzos, lo apartaban nuestros pies como un agua límpida.

¡Oh amiga mía,
Qué distancia tan débil separaba nuestros cuerpos!
La hoja de la espada del tiempo que merodea
Hubiese allí buscado en vano lugar para vencer!

Una piedra

Todo era pobre, desnudo, transfigurable
Nuestros muebles eran sencillos como las piedras
Tan sólo amábamos el saliente del muro
Fue ese espigón donde probábamos los mundos.

Desnudos, esa tarde
Los mismos de siempre, como la sed,
La misma tela roja, desgastada
Imagen, pasajera,
Nuestros inicios, nuestras prisas, nuestras confianzas

A menudo en el silencio

A menudo en el silencio de un abismo
Oigo –o deseo oír , no sé–
Un cuerpo que cae entre las ramas. Larga y lenta
Es esta caída; ningún grito
Viene nunca a interrumpirla y darle fin.

Entonces pienso en las procesiones luminosas
En un país que no nace ni muere.

La imperfección es la cima

Sucedía que era preciso destruir y destruir y destruir,
Sucedía que la salvación sólo era posible a ese precio.

Arruinar el rostro desnudo que asciende en el mármol,
Machacar toda forma , toda belleza.

Amar la perfección porque ella es el umbral,
Pero negarla una vez conocida, olvidarla muerta

La imperfección es la cima.

Nombre verdadero

Al castillo que fuiste lo llamaré desierto,
a tu rostro ausencia, noche a tu voz,
y cuando te derrumbes sobre la tierra estéril
al fulgor que te trajo lo llamaré la nada.

Morir es un país que amabas. Vengo
desde la eternidad por tu senda sombría.
Destruyo tu deseo, tu forma, tu memoria.
Soy tu enemigo, no tendré piedad.

Guerra te llamaré y probaré en ti
las libertades de la guerra, tendré en mis manos
tu rostro oscuro, traspasado, y en mi corazón
ese país que alumbra la tormenta

El espejo

Ayer aún las nubes
Pasaban por el fondo
Oscuro de este cuarto.
Pero el espejo ahora está vacío.

Nevar,
Desanudarse el cielo.

Del movimiento y la inmovilidad de Douve

I
Y ahora tú eres Douve en la última alcoba del verano.

Una salamandra huye por la pared. Su suave cabeza de hombre
expande la muerte del verano. "Quiero hundirme en ti, vida
estrecha", exclama Douve. "Relámpago vacío, recorre mis labios,
penétrame."

"Me gusta cegarme, entregarme a la tierra. No quiero saber nunca
más qué dientes fríos me poseen."

II
Toda una noche te soñé transformada en madera, Douve, para
mejor ofrecerte a la llama. Y estatua verde revestida de corteza,
para mejor gozar de tu cabeza luminosa.

Sintiendo bajo mis dedos la disputa de la lumbre y los labios:
vi que me sonreías. Pero me cegaba esa gran luz de las brasas en ti.

III
"Mírame, mírame he corrido!"

Estoy junto a ti, Douve, y te ilumino. Ya no hay entre nosotros
más que esta lámpara de piedra, ese poco de sombra apaciguada,
nuestras manos que la sombra espera. Salamandra sorprendida,
permaneces inmóvil.

Habiendo vivido el instante en que la carne más próxima se
transforma en conocimiento.

IV
Así permanecimos despiertos en lo más alto de la noche del ser.
Un arbusto se quebró.

Ruptura secreta, ¿con qué pájaro de sangre circulabas por
nuestras tinieblas?

¿A qué habitación venías en la que se agravaba el horror del
alba en los cristales?

(Poemas recopilados de una antología no oficial de Aquiles Julián, en República Dominicana)

Abismo de los justos en Casa de Soledad

Crítica del libro "Abismo de los justos", por el poeta Cristian López Talavera.

http://casadesoledad.blogspot.com/2013/01/el-abismo-de-los-justos.html

Abismo de los justos en Ciudad Hecatombe

Una crítica sobre el libro "Abismo de los justos", del poeta Alexis Cuzme.

martes, 12 de marzo de 2013

Rabindranath Tagore

Tagore nació Calcuta, India, en 1861. Inmerso en una familia de artistas, se desempeñó como filósofo, poeta, dramaturgo, novelista y músico. Fue el primer no-europeo en recibir el Premio Nobel, en 1913. Dejó un legado de aproximadamente un centenar de libros donde constan ensayos, cuentos, historias, poemas y cartas.


Este poeta bengalí muestra toda su espiritualidad que se entremezcla con lo cotidiano, creando un mundo donde el lirismo indio renace para el mundo occidental. La naturaleza está siempre presente en Entrevisiones de Bengala, debido a que en sus viajes escribe su filosofía poética en forma de cartas. Comparto algunas, que se encuentran ordenadas cronológicamente.

Shelidah
2 de Kartik (Octubre) de 1891

Cuando vengo al campo, dejo de ver al hombre como separado de lo demás. Así como el río correo por muchos climas, de igual forma la corriente de los hombres sigue parloteando, dando vueltas por bosques, aldeas y pueblos. No es un contraste real el de que los hombres pueden ir y pueden volver, pero yo sigo adelante para siempre. La humanidad, con todas sus corrientes y confluencias, grandes y pequeñas, fluye adelante y adelante, como lo hace el río, desde su fuente del nacer hasta su muerte; dos misterios oscuros en cada extremo y, entre los dos, juego, trabajo e incesante charla.

Allá los labradores cantan en los campos; aquí los barcos de pesca pasan flotando. El día va siguiendo su ruta y el calor del sol aumenta. Algunos bañistas están todavía en el río; otros han terminado y se encaminan hacia sus casas, con sus vasijas llenas de agua. Así, pasando ambas orillas del río, centenares de años han susurrado su camino, mientras el refrán se levanta como en un melancólico coro: ¡Yo sigo para siempre!

En el silencio del mediodía, se escucha a algún vaquero joven que llama con fuerte voz a su compañero; alguna barca chapotea hacia la orilla; las olas lamen el cántaro vacío que alguna aldeana deja descansar en el agua antes de hundirlo en ella; y con todos estos rumores se mezclan otros varios sonidos menos definidos: el gorjeo de los pájaros, el zumbar de las abejas, el plañidero chirriar de la casa, el barco que se mece suavemente de costado a costado; el todo universal componiendo la más tierna canción de cuna, como una madre que intentara calmar a un niño doliente. «No te desasosiegues», canta al acariciar tranquilizadoramente su frente febril. «No te apures, no llores más. Deja tus esfuerzos y tus rapacidades y tus luchas; olvida un poco y duerme un rato»

Bolpur
2 de Mayo de 1892

Hay muchas paradojas en el mundo y una de ellas es que dondequiera que el paisaje es inmenso, el cielo ilimitado, las nubes íntimamente densas, los sentimientos insondables –es decir en el infinito se manifiesta–, el compañero apropiado de toda esta grandeza es una persona sola. Una multitud allí parece trivial y distrayente.

Un individuo y el infierno están en planos iguales, dignos de mirarse uno a otro, cada uno desde su propio trono. Pero donde están muchos hombres ¡qué pequeños se hacen la humanidad y el infinito! ¡Cuánto tienen que quitarse los golpes a fin de encajar uno en otro! Cada alma necesita tanto lugar para explayarse que en una muchedumbre tiene que esperar espacios por entre los cuales sacar un poco la cabeza estirada de cada rato.

Así que el único resultado de nuestro ensayo de reunirnos es que nos hacemos incapaces de llenar nuestras manos unidas, nuestros brazos tendidos, con esta infinita e insondable extensión de la armonía del mundo.

Shelidah
31 de Jastha (Junio) de 1892

Detesto estas formalidades cumplimentares. Hoy día repito frecuentemente esta exclamación: «¡Mucho mejor quisiera ser un Beduino Árabe!» Una hermosa, saludable, fuerte y libre barbarie.

Siento que no quiero abandonar este constante envejecer, de pensamiento y cuerpo, con incensaste argumento y precisión, abandonar las cosas antiguas que decaen y sentir la alegría de una vida libre y vigorosa; tener –sean buenas o malas– ideas  aspiraciones amplias, sin vacilaciones, sin cadenas, libres de la eterna fricción entre la costumbre y el sentido y el deseo, el deseo y la acción.

¡Si yo solo pudiera libertar del todo, y sin límites, esta limitada vida mía; atacaría los cuatro puntos cardinales y levantaría ola tras ola de tumulto en todo alrededor; me iría corriendo, loco, como un caballo desbocado, por la alegría misma de mi propia velocidad! Pero soy bengalí, no beduino. Sigo sentado en mi rincón y me ensimismo y me preocupo y discuto. Vuelvo mi pensamiento hacia arriba primero por este lado, luego por el otro –como se fríe un pescado– y el aceite hirviendo levanta ampollas por los dos lados de mi alma.

Pase. Puesto que no puedo ser loco del todo, es justo que haga un esfuerzo para ser del todo cuerdo. ¿Por qué fomentar una pelea entre mis dos mitades?

Shelidah
9 de Agosto de 1894

Hoy vi un pájaro muerte que bajaba flotando en la corriente. La historia de su muerte es fácil de adivinar. Tuvo su nido en alg´¨n mango de las inmediaciones de la aldea. Volvió a casa al anochecer, cobijándose en el nido entre otros compañeros de suaves plumas, y descansando en el sueño reconfortante su leve cuerpecillo cansado. De repente, en la oscuridad de la noche, el poderoso Padma se revolcó ligeramente en su cama y la tierra que sustentaba y protegía las raíces del mango fue socabada, El pequeño ser, robado de su nido, despertó por un momento antes de volver a dormirse para siempre.

Cuando estoy en la presencia del terrible misterio de la Naturaleza, la diferencia entre mis persona y los demás seres vivos parece trivial. En las poblaciones, la sociedad humana ocupa un puesto preeminente y se nos presenta grande e importante; es cruelmente dura para la felicidad y la desgracia de otros seres menores cuando se comparan con la nuestra.

En Europa también el hombre es tan complejo y tan dominante que el animal es, casi siempre, solamente un animal para él. Para los indios la idea de la transmigración del alma del animal al hombre, y del hombre al animal, no parece extraña y por esto de nuestra escritura no ha sido desterrada, como un sentimiento exagerado, la piedad para todos los seres.

Cuando estoy en el campo, en íntimo contacto con la Naturaleza, el indio que hay en mí se yergue con más fuerza y no puedo permanecer fríamente ajeno a la abundante alegría de vida que late dentro del pecho cubierto de plumón de un solo pajarillo.

Shazadpur
5 de Setiembre de 1894

Me doy cuenta de lo hambriento que estoy de tiempo y de espacio y me sacio de ellos en estas habitaciones en donde reino, como único monarca, con todas las ventanas y puertas de par en par. Aquí el deseo y la facultad de escribir son míos como no lo son en otra parte alguna. Aquí el deseo y la facultad de escribir son míos como no lo son en otra parte alguna. El movimiento de la vida exterior me entra en las olas de verdor y, con su luz, perfume y sonido, estimulan mi fantasía hasta llegar a escribir cuentos.

Las tardes tienen un especial hechizo suyo. El resol, el silencio, la soledad, los gritos de los pájaros, –especialmente el estridente chillar de los grajos–, y la deliciosa y descansada abundancia del tiempo; todos estos factores conspiran para que me entregue del todo a la belleza.

Exactamente de mediodías así parecen haberse hecho Las mil y una noches –en Damasco, Bujara o Semarcanda– con sus caminos del desierto, sus filas de camellos, jinetes errantes, fuentes de cristal brotando bajo la sombra de los bosques de pluma de las palmas datileras; sus soledades de rosas, sus cantos de ruiseñores, sus vinos de chiraz, sus estrechos callejones de bazares, con alegres toldos en lo alto; los hombres con ropas sueltas y turbantes multicolores, vendiendo nueces, dátiles y melones; sus palacios, fragantes de incienso, son lujosos divanes cubiertos de cojines suntuosamente mullidos, junto a las ventanas; sus Zobedia o Amina o Sufria con blusas vistosamente decoradas, anchos pantalones y zapatillas bordadas de oro, su largo narguile enroscado a sus pies; con eunucos de libreas suntuosas formando guardia, y todas las historias posibles e imposibles de hechos y deseos humanos, y las risas y los gemidos de aquella distante y misteriosa región.

(De Entrevisiones de Bengala, 1983, traducción de Zenobia Camprubí de Jiménez)

miércoles, 6 de marzo de 2013

João Cabral de Melo Neto

Poeta y diplomático brasileño nacido en Recife, Pernambuco en 1920. De poesía popular surrealista, primo del poeta Manuel Bandeira, Recibió el premio Premio Camões, Neustadt International Prize for Literature y Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.


II Paisagem de Capibaribe

Entre a paisagem 
o rio fluía 
como uma espada de líquido espesso. 
Como um cão 
humilde e espesso. 

Entre a paisagem 
(fluía) 
de homens plantados na lama; 
de casas de lama 
plantadas em ilhas 
coaguladas na lama; 
paisagem de anfíbios 
de lama e lama. 

Como o rio 
aqueles homens 
são como cães sem plumas 
(um cão sem plumas 
é mais 
que um cão saqueado; 
é mais 
que um cão assassinado. 

Um cão sem plumas 
é quando uma árvore sem voz. 
É quando de um pássaro 
suas raízes no ar. 
É quando a alguma coisa 
roem tão fundo 
até o que não tem). 

O rio sabia 
daqueles homens sem plumas. 
Sabia 
de suas barbas expostas, 
de seu doloroso cabelo 
de camarão e estopa. 

Ele sabia também 
dos grandes galpões da beira dos cais 
(onde tudo 
é uma imensa porta 
sem portas) 
escancarados 
aos horizontes que cheiram a gasolina. 

E sabia 
da magra cidade de rolha, 
onde homens ossudos, 
onde pontes, sobrados ossudos 
(vão todos 
vestidos de brim) 
secam 
até sua mais funda caliça. 

Mas ele conhecia melhor 
os homens sem pluma. 
Estes 
secam 
ainda mais além 
de sua caliça extrema; 
ainda mais além 
de sua palha; 
mais além 
da palha de seu chapéu; 
mais além 
até 
da camisa que não têm; 
muito mais além do nome 
mesmo escrito na folha 
do papel mais seco. 

Porque é na água do rio 
que eles se perdem 
(lentamente 
e sem dente). 
Ali se perdem 
(como uma agulha não se perde). 
Ali se perdem 
(como um relógio não se quebra). 

Ali se perdem 
como um espelho não se quebra. 
Ali se perdem 
como se perde a água derramada: 
sem o dente seco 
com que de repente 
num homem se rompe 
o fio de homem. 

Na água do rio, 
lentamente, 
se vão perdendo 
em lama; numa lama 
que pouco a pouco 
também não pode falar: 
que pouco a pouco 
ganha os gestos defuntos 
da lama; 
o sangue de goma, 
o olho paralítico 
da lama. 

Na paisagem do rio 
difícil é saber 
onde começa o rio; 
onde a lama 
começa do rio; 
onde a terra 
começa da lama; 
onde o homem, 
onde a pele 
começa da lama; 
onde começa o homem 
naquele homem. 

Difícil é saber 
se aquele homem 
já não está 
mais aquém do homem; 
mais aquém do homem 
ao menos capaz de roer 
os ossos do ofício; 
capaz de sangrar 
na praça; 
capaz de gritar 
se a moenda lhe mastiga o braço; 
capaz 
de ter a vida mastigada 
e não apenas 
dissolvida 
(naquela água macia 
que amolece seus ossos 
como amoleceu as pedras).

Paisaje de Capibaribe

Entre el paisaje
el río fluía
como una espada de líquido espeso.
Como un perro
humilde y espeso.

Entre el paisaje
(fluía)
de hombres plantados en el lodo;
de casas de lodo
plantadas en islas
coaguladas en el lodo;
paisaje de anfibios
de lodo y lodo.

Como el río
aquellos hombres
son como perros sin plumas
(un perro sin plumas
es más
que un perro saqueado;
es más
que un perro asesinado.

Un perro sin plumas
es cuando un árbol queda sin voz.
Es cuando un pájaro
deja sus raíces en el aire.
Es cuando a alguna cosa
roen tan hondo
hasta lo que no tiene).

El río sabía
de aquellos hombres sin plumas.
Sabía
de sus barbas expuestas,
de su doloroso cabello
de camarón y estopa.

Sabía también
de los grandes galpones de orillas de los muebles
(donde todo
es una inmensa puerta
sin puertas)
de cara
a los horizontes que huelen a gasolina.

Y sabía
de la magra ciudad de corcho
desde hombres huesados,
donde puentes, altillos huesados
(van todos
vestidos de brin)
secan
hasta su más honda caliza.

Pero el conocía mejor
a los hombres sin pluma.
Estos
secan
aún más allá
de su paja;
más allá
hasta
de la camisa que no tienes;
mucho más allá del nombre
aún escrito en hoja

Porque es en el agua del río
que ellos se pierden
(lentamente
y sin diente)/
allí se pierden
(Como agua una aguja no se pierde).
Allí se pierden
(como un reloj no se quiebra.)

Allí se pierden
como un espejo no se quiebra.
Allí se pierden
como se pierde el agua derramada:
sin el diente seco
con que de repente
en un hombre se rompe
el hilo del hombre.

En el agua del río,
lentamente,
se van perdiendo
en lodo; en un lodo
que poco a poco
tampoco sabe hablar;
que poco a poco
gana los gestos difuntos
del lodo;
la sangre de goma,
el ojo paralítico
del lodo.

En el paisaje del río
difícil es saber
donde comienza el río;
donde el lodo
comienza del río;
donde la tierra
comienza del lodo;
donde el hombre
donde la piel
comienza del lodo;
donde comienza el hombre
en aquel hombre.

Difícil es saber
si aquel hombre
ya no está
más allá del hombre;
más allá del hombre
al menos capaz de roer
los huesos del oficio;
capaz de sangrar
en la plata;
capaz de gritar
si la molienda le mastica el brazo;
capaz
de tener la vida masticada
y no apenas
disuelta
(en aquella agua suave
que ablanda sus huesos
como ablandó las piedras).

(De Perro Sin Plumas,  Leviatán, 2008)

miércoles, 27 de febrero de 2013

Poemas de Tertulia de los Cuervos

Comparto dos poemas inéditos que escribí para La Tertulia de los Cuervos, portal de poesía mexicano, en una dinámica propuesta llamada Más que mil palabras, a partir de obras plásticas de Raúl Gasque.


Veo tu vasto cuerpo desde mi penumbra,
desde nuestra lejanía equidistante. Me sonríes
entre tus dientes de cielo. Anclo
los muertos que no zarparon a tu encuentro,
y se pudren en las orillas de algún cielo raído.
Qué lugar es éste donde
desenvaino mis sombras
para aproximarnos en el territorio de nadie;
sin pasado ni fantasmas,
donde no distingo mis manos enraizadas en la hojarasca.
Vertí la gasolina de mis naves
en todos los días hasta hoy
para arder en silencio.



Estou farto do lirismo comedido
Do lirismo bem comportado
Manuel  Bandeira

El cielo se ha llenado de mares tormentosos desde siempre. Nadamos en ellos, nos ahogamos, salimos a flote, y nos hundimos de nuevo. Así vivimos: muriendo. Así morimos: naciendo. La eternidad habita debajo y arriba de nosotros, nunca en nosotros. Estamos hartos de ser los monigotes del alma, estamos hartos de la vida-muerte en blanco y negro, estamos hartos de los dualismos, estamos hartos de bailar llorando; debajo de la lava volcánica: el rancio miedo, el motor de esto, que es vida o muerte.

jueves, 21 de febrero de 2013

La feliz desesperanza - André Comte-Sponville

Si bien éste no es un libro de poesía, creo que tiene mucho que ver con mi libro "El abismo de los justos" y lo comparto a ustedes. Son fragmentos de la pequeña entrevista que sostiene el filósofo francés con Edmon Blattchen, hablando sobre la desesperanza como método eficaz para llegar a la felicidad.



La elección del materialismo consiste precisamente en afirmar: "La vida hace lo que puede!", en lugar de decir: "Si la vida no responde a mis esperanzas es la vida la que se equivoca". La vida hay que tomarla o dejarla. Porque no hay otra cosa.
Lo real hay que tomarlo o dejarlo. Son mis esperanzas las que, desde el inicio, son infundidas. Dejemos de imaginar la vida, dejemos de esperar vivir...y ¡vivamos! La línea de Demócrito, como en efecto decía Lenin para caracterizar el materialismo, es inicialmente ese movimiento que consiste en elegir el mundo real, éste, este mundo material (de ahí la palabra materialismo), en pensar que no hay más vida que éste, corpórea, material; que no hay nada que esperar de la muerte; que no hay una última esperanza. Pero que en este espacio de aquí, en este mundo, en esta vida, podemos alcanzar el placer, que es nuestra experiencia cotidiana; podemos alcanzar la alegría; podemos alcanzar la felicidad.

*


Nos pasamos la vida esperando. Cuánta gente se dice por la mañana: "¡Que llegue pronto la hora de acostarnos". Y durante todo el año: "Que lleguen pronto las vacaciones"; y durante toda su vida: "Que llegue pronto la jubilación!". Y cuando ya se han jubilado y son ancianos: "Ay, quién fuera joven!". Lo esencial de su vida ha transcurrido esperando otra cosa; y la última parte de su vida consiste en lamentarse de lo que no han vivido... "Nunca vivimos: esperamos vivir." Pascal pronuncia la cruel verdad de lo esencial de la vida.

De ahí, una vez más, esa elección que he hecho de la desesperanza, lo que yo llamo "la feliz desesperanza". Se trata de esperar vivir, tomando de nuevo la expresión de Pascal, y vivir efectivamente. Se trata de preferir la vida tal cual es, con sus dificultades, a veces con su partida de horrores, pero también con los placeres, con sus alegrías, con sus amores, se trata de aceptar y de amar la vida tal cual es en lugar de esperar otra: sea otra vida después de la muerte, sea otra vida en este mundo.

*


Montaigne nos enseña a habitar la perspectiva de la muerte, a habitar la finitud de la vida. Pero ¡no para encerrarnos en la angusta! ¡Al contrario! Para aprovechar la vida tal cual es. Sencillamente, Montaigne dice poco más o menos: "Mientras no aceptes la idea de tu propia muerte, no puedes aceptar la vida tal cual es. Si amas la vida, o si dices amar la vida, y no aceptas la muerte, no amas la vida tal cual es, porque la vida incluye la muerte.


*


Digo a menudo: "Sólo necesitamos la moral por falta de amor". El amor bastaría" "Ama y haz lo que quieras", decía San Agustín. Sí, pero el amor, la mayoría de las veces, no consiste en esto; por eso necesitamos una moral: porque amamos demasiado poco y demasiado mal. No se trata pues de inventar valores nuevos, no se trata de inventar nuevos dioses, se trata de inventar una nueva fidelidad, una fidelidad a los valores, no a los de siempre, sino a los valores históricos que son los nuestros y que nos han convertido en lo que somos, a los valores que hemos recibido y que tenemos la obligación de transmitir. ¡El siglo XXI será fiel o no será!



(De La feliz desesperanza, 2008)

miércoles, 20 de febrero de 2013

Carolina Patiño

Fue una escritora ecuatoriana, nacida en 1987. Tuvo una breve pero bien aprovechada trayectoria literaria. Su obra se caracteriza por tener una poesía con mucha fuerza, en la que no faltan los pasajes eróticos y las alusiones desgarradoras. Además sus textos aparecen en varias antologías ecuatorianas y extranjeras.

Uni Corno

A Roy Singuenza
Ayúdame a existir sin tu galope
relínchame el hueso inmemorial,
deja tus cascos y ponte tu pijama
que juntos atravesaremos la colcha
y su galería escarlata.
su cuerpo encontrará su pálpito erótico
y gota a gota la lengua insomne enterrará
en mis pechos el sueño más profundo.

(De Té suicida, 2008)

Fragmentos de felicidad

A mis abuelos
Cuerpos idénticos tienen miedo de perecer
caminan con la vejez encima de puntillas
y sin apuros
van de la mano con sus pieles desgastadas
y la lealtad intacta
sus ojos opacos rompen los frascos
y redescubren en el filo del mundo
los fragmentos de la felicidad
que bañan sus dedos.

Locura

Tu naturaleza perfecta
no pudo engañarme esta vez
estoy armada con mis manos tristes
gritaría al verme en este Manicomio
podrida en mí,
sin salida, sin ti.

Vidrios Rotos

Cada vez que te beso
siento vidrios rotos
y sé que no estoy durmiendo
esto no es lo peor
tú desapareces
y tus labios aparecen más abiertos
comiéndome desde los pies

(De Atrapada en las costillas de Adán, 2006)

Ver para creer


Se escucha un sonido opaco en el fondo del tarro del mendigo que yace desparramado en la acera como si fuera un monigote, con los ojos pintarrajeados de blanco. Los automóviles pasan vertiginosamente sin detenerse, así que no puede ser un mortal que pretende comprar su estadía en la eternidad por una moneda. Tampoco podría ser un peatón que cruzaba por ahí, ya que los párpados ciegos no habían registrado cambios de luz repentinos. El mendigo introduce su mano y siente otro proyectil en su cabeza; la boca se convierte en un contorsionista de circo ruso, que se convierte en un hombre bala expulsado por el cañón, dibujando en el aire un «¡Puta madre, otra vez se me cagó el cielo!» La bandada de palomas emprende la huida sobre el mendigo que limpia la escena del crimen con una franela.

Son las once de la noche y una camioneta se detiene ante el mendigo agrupando las monedas por su tamaño. Un palito en forma de bastón lo guía hasta la parte posterior, se trepa en el balde y al llegar a su casa, el conductor saca cinco dólares del tarro y le dice: «Mira, José FelizAno, dos para la gasofa.» Desde el interior de la casa se escuchan sollozos de mujer, los perros emanan ladridos que se evaporan con el calor, y el lodo penetra los zapatos del desdichado mientras ingresa por la puerta de retablos. Hay santos amotinados en una especie de altar fabricado caseramente, la mujer emite un saludo desde el piso: «Mi amor, estoy rezándole a San Eduardo, que dicen que cura a la gente ciega.» El hombre sonríe diciendo: «Mija, a mí el cielo se me vive cagando encima, pero veamos qué pasa», y tantea las paredes hasta llegar a su rostro, besa torpemente su oreja pretendiendo besar su frente. «Léeme los números de la lotería, a ver qué nos ganamos», comenta. «Cómo vas a ver, pendejo —acota la esposa—, si nunca rezas…», agarra al santo del pescuezo y se retiran a la habitación.

El sol de la mañana se abalanza hasta la ventana, sobre el mosquitero cuelgan mosquitos sedimentados, el sudor de la mujer la ha pegado a la sábana del catre, toca su proximidad buscando al marido que no está ahí. «Mi amor —dice al ciego la mujer que ha salido hasta el umbral de la puerta—, deja ese bastón que hoy es domingo», él se parte en un llanto que podría llenar algunos charcos, o tanques, ¡o cisternas con sus lágrimas! «¡Carajo, puedo ver!», grita con todas sus tripas. La esposa se desploma en sus hombros y le dice «¡Gracias a San Eduardo, esto es un milagro!» La respuesta relampaguea al instante: «¿¡Qué milagro va a ser si ya no tengo trabajo!?»

El grillo


Les comparto un cuento que está incluido en el próximo libro que estoy escribiendo.


Un grillo se ha metido en mi wáter y nada en círculos. No pierde la fe en ningún momento y sigue pataleando, nadando, arrastrándose por las aguas cristalinas, intentando escapar de esa pocilga mojada, con los deshechos del mundo, de un mundo deshecho. Me aguanto las ganas de orinar al ver la esperanza viva en su acto más puro, reencarnado en un animal que escala las paredes pero cae de nuevo, intenta, sigue intentando. Yo tengo ganas de mear, pero él tiene ganas de vivir, quién soy yo para decidir en este momento que ahora lo veo como un acontecimiento digno análisis. Se escuchan los chirridos de los otros grillos de la casa, seguramente brindándole su aliento de grillo a grillo, o llamando a la esposa del pobre infeliz caído para someterla en su trinchera.

Mi vejiga se asemeja a una vejiga de carnaval a punto de estallar y ya he abierto la jaula. No quiero apuntarle a la cabeza pero no me aguanto más. El grillo me mira de reojo sabiendo lo que le espera, pero se aferra a la vida y a las mil piscinas olímpicas que lleva nadando. Parece que me dijera: “No me mate, señor, se lo ruego. Mi esposa está sola y un grillo se aproxima a ella.” Se me escapa una lágrima, es lo único que se me ha escapado ahora y le digo pero sin abrir la boca: “Ten paciencia grillo, en la utopía está la vida.”

Yo también combato con la esperanza, a veces siento que me muero, que las ganas que tengo duran lo que dura un perro en misa, que los pocos problemas me asfixian como una corbata asesina, y veo nuevamente al grillo, nadando, sacudiendo sus patitas a la velocidad de un rayo para aproximarse al mismo lugar donde empezó, una y otra vez. Me surge una interrogante -medio cojuda aparentemente: ¿Cómo un grillo puede tener más esperanzas que yo? ¿Será acaso ésta un prueba divina para enseñarme a no perder la fe nunca?

Ahora sólo disparo a un costado de su cuerpo, trato de no lastimarlo, de dejar intacta su vivacidad ortóptera. Sólo descargo mi ráfaga que se anida en mis entrañas, que me atormenta, como mi desesperanza. El animal se deja llevar por las espirales de orina y agua que lo circundan. Nada parece atormentarle. Se hace uno sólo con mi chorro que yace en las aguas, con restos de heces fecales impregnadas en las paredes cóncavas.

No voy a jalar la válvula. Sería como jugar a ser Dios, ahogar al único granito de esperanza en un sólo jalón, o sacarle el corcho a los mares en tiempos de Noé y matar a toda la humanidad entera. Terminar con la vida de este grillo no sería como matar a cualquier insecto. Nunca ha visto una mosca que me viera a los ojos, más aún con los miles que cargan. Nunca he visto una libélula con tanta luz. Ningún escarabajo se ha aferrado tanto a la mierda como este grillo a la esperanza de salir de este precipicio húmedo, de salir de los cimientos de la mierda a montículos gigantescos de la mierda en su máximo esplendor; deambulando por las avenidas, por los centros comerciales, por los juzgados y galerías de artículos varios. ¿No será de esto que se trata la esperanza: de nadar en círculos hasta que llegue el fin?

Bajo la tapa del wáter para sentarme un rato, para expulsar el líquido que no derramé donde el grillo jugaba a ser Houdini: lágrimas de negación. Es cierto e irrefutable, un animal inferior a mí tiene más esperanzas bajo esas alas, que ahora nada hacia la nada, dejando su estela de esperanza en las aguas amarillentas. No lo rescato porque la finalidad del alma es perecer. Pienso que si meto mis manos para salvar al grillo sería como alterar el orden natural de la vida, descomponer la historia. Pero no me importa, la desesperanza dará más esperanzas a la esperanza reencarnada en seis patas, así me remoje en mi residual hilacha rota.

He subido la tapa y el grillo no es más que un cadáver flotando en el sol diluido. Por primera vez percibo mi reflejo en el fondo del wáter y no siento más deseo que envestirme de Dios; jalo la válvula para sumergir a la esperanza. Suena un chirrido fúnebre…

viernes, 1 de febrero de 2013

Sobrepeso - Rabia seca


La banda cuencana, nacida en 1993, fusiona rock duro con blues, funk y ritmos latinos. Les comparto esta canción, con alto contenido social y político, imágenes impactantes.


Se despiertan los tiranos
cae un bando de dolor
la guerrilla sigue viva
se abre el cielo para mí.

Y el dolor de esta mierda aun está en pie
se oye rabia seca otra vez.
Contra de la tierra, del misterio, de la guerra de estos tiempos
cae lluvia ácida en tu piel.

Y se pudren los mendigos
y los niños se hacen luz
este mundo contra la pared
un revolver en tu sien.

Y los gobiernos te dominan y te contaminan, por dentro y por fuera
quieren manipular tus ansias, llenas, llenas, repletas.

jueves, 31 de enero de 2013

David Sánchez


David Sánchez Santillán (Quito, 1981). Abo gado y Doctor en Jurisprudencia, Licenciado en Ciencias Políticas y Sociales. 2007. Magíster en Derecho Ambiental, primera promoción UNAP 2011. Fue miembro del Taller “Nueva Generación” de la ciudad de Quito, en 1996. Premio obtenido y participaciones poéticas: Jornadas Poé ticas. “Arte, música y sapiencia”. Primer Premio. Colegio Jesuita San Gabriel, 1998. Quito. Premio Nacional .-Con curso Nacional de Poesía “Gonzalo Escudero” Primer Pre mio. Sociedad ecuatoriana de escritores .S.E.D.E. Desde 1994 participaciones exitosas en Jornadas Poéticas Juveni les del Ecuador, en las ciudades de Quito e Ibarra. Participe en la Antología virtual Cultura de Veracruz, Revista de Literatura Contemporánea 2010 México, en el espacio Novísima Poesía Ecuatoriana.  Presentaciones en cafés literarios de las ciudades de Quito, y Recitales en colegios secundarios de la misma ciudad. En la Actualidad vísperas a la publicación de su nuevo libro de poesía 2011. OBRAS.- El Origen de los Rostros – Poemario 2010. (http://www.jornaldepoesia.jor.br/BHBHdavidsanchezsantillan01.htm)

Comparto algunos poemas del poeta, que en su libro El nublo de la escardonia plasma su fe desgastada en el mundo con misticismo, sentido del humor, metáforas innovadoras y juego de palabras. Es un libro que sale de lo cotidiano y refresca el ambiente poético.



II
Conviérteme en mi desnudez…
seré el Druida, elucubraste en tu flora

Encájalo en un solo ser

Se la barcaza en donde rebosen
mis hojas
Donde se viera mi Corteza…

No resquebrajes mis sentidos.

Toma mis frutos
Entrelázalos entre tus ramas…el Viento

No te conviertas en Silencio.

VIII
No eres tú la del espejo
Alguien detrás de ti se mira.
Dile que se retire
Que no moleste.

Los espejos son falsos
distorsionan
lanzan a la cara mentiras.

Esa no eres tú
esos no son tus ojos
ni esa tu sonrisa.

¿De dónde habrán salido
esos monstruos?

No creas tampoco en las gradas que has subido
ellas también engañan.

Créele a la tinta
créeme: no eres tú la del espejo
otra es quien se mira.
la tinta lo jura
¡créele a la tinta!

XXVI
La salud me obliga a ser espada
tajo,
brillo,
el nacer de una estocada.

Desata mis hombros
al paso de tu trote desbocado.

Giro como los trompos
en la cuerda venal de mis nublos.

No busca a quién culpar
no me defiendo.

Me río en los discursos
o me duermo.

En los días de difuntos
felicito a los difuntos.

Y en todos los años nuevos
doy mi sentido pésame.

Nací en la tierra un buen día
y siempre espero que otro buen día
desaparezca la tierra.

¡Y me voy por la calle perseguido
por el canto de los pájaros
y el furor de la gente!

XXIX
El papel es un pájaro
-la mejor expresión al definirlo-

¡Escucha el batir de sus alas!
Picotea hasta que sangra sangre,

XXXVI
¿Por qué me odias camarada 
de palabras?

naciste para escribir
para nacer escribo yo

aprendiste a leer con Dostoiesvsky
entre cuatro paredes aprendí yo

todo se lo debo a los ríos
a los páramos
y a los tajos que mi hice
con los árboles

tuyos son los caminos,
las condecoraciones

Mío el cero de la luna
y uno que otro fantoche que me aplaude
No sé por qué me aborreces
Marcadas son tus marejadas… de palabras.

(De El nublo de la escardonia, 2012)