miércoles, 20 de febrero de 2013

El grillo


Les comparto un cuento que está incluido en el próximo libro que estoy escribiendo.


Un grillo se ha metido en mi wáter y nada en círculos. No pierde la fe en ningún momento y sigue pataleando, nadando, arrastrándose por las aguas cristalinas, intentando escapar de esa pocilga mojada, con los deshechos del mundo, de un mundo deshecho. Me aguanto las ganas de orinar al ver la esperanza viva en su acto más puro, reencarnado en un animal que escala las paredes pero cae de nuevo, intenta, sigue intentando. Yo tengo ganas de mear, pero él tiene ganas de vivir, quién soy yo para decidir en este momento que ahora lo veo como un acontecimiento digno análisis. Se escuchan los chirridos de los otros grillos de la casa, seguramente brindándole su aliento de grillo a grillo, o llamando a la esposa del pobre infeliz caído para someterla en su trinchera.

Mi vejiga se asemeja a una vejiga de carnaval a punto de estallar y ya he abierto la jaula. No quiero apuntarle a la cabeza pero no me aguanto más. El grillo me mira de reojo sabiendo lo que le espera, pero se aferra a la vida y a las mil piscinas olímpicas que lleva nadando. Parece que me dijera: “No me mate, señor, se lo ruego. Mi esposa está sola y un grillo se aproxima a ella.” Se me escapa una lágrima, es lo único que se me ha escapado ahora y le digo pero sin abrir la boca: “Ten paciencia grillo, en la utopía está la vida.”

Yo también combato con la esperanza, a veces siento que me muero, que las ganas que tengo duran lo que dura un perro en misa, que los pocos problemas me asfixian como una corbata asesina, y veo nuevamente al grillo, nadando, sacudiendo sus patitas a la velocidad de un rayo para aproximarse al mismo lugar donde empezó, una y otra vez. Me surge una interrogante -medio cojuda aparentemente: ¿Cómo un grillo puede tener más esperanzas que yo? ¿Será acaso ésta un prueba divina para enseñarme a no perder la fe nunca?

Ahora sólo disparo a un costado de su cuerpo, trato de no lastimarlo, de dejar intacta su vivacidad ortóptera. Sólo descargo mi ráfaga que se anida en mis entrañas, que me atormenta, como mi desesperanza. El animal se deja llevar por las espirales de orina y agua que lo circundan. Nada parece atormentarle. Se hace uno sólo con mi chorro que yace en las aguas, con restos de heces fecales impregnadas en las paredes cóncavas.

No voy a jalar la válvula. Sería como jugar a ser Dios, ahogar al único granito de esperanza en un sólo jalón, o sacarle el corcho a los mares en tiempos de Noé y matar a toda la humanidad entera. Terminar con la vida de este grillo no sería como matar a cualquier insecto. Nunca ha visto una mosca que me viera a los ojos, más aún con los miles que cargan. Nunca he visto una libélula con tanta luz. Ningún escarabajo se ha aferrado tanto a la mierda como este grillo a la esperanza de salir de este precipicio húmedo, de salir de los cimientos de la mierda a montículos gigantescos de la mierda en su máximo esplendor; deambulando por las avenidas, por los centros comerciales, por los juzgados y galerías de artículos varios. ¿No será de esto que se trata la esperanza: de nadar en círculos hasta que llegue el fin?

Bajo la tapa del wáter para sentarme un rato, para expulsar el líquido que no derramé donde el grillo jugaba a ser Houdini: lágrimas de negación. Es cierto e irrefutable, un animal inferior a mí tiene más esperanzas bajo esas alas, que ahora nada hacia la nada, dejando su estela de esperanza en las aguas amarillentas. No lo rescato porque la finalidad del alma es perecer. Pienso que si meto mis manos para salvar al grillo sería como alterar el orden natural de la vida, descomponer la historia. Pero no me importa, la desesperanza dará más esperanzas a la esperanza reencarnada en seis patas, así me remoje en mi residual hilacha rota.

He subido la tapa y el grillo no es más que un cadáver flotando en el sol diluido. Por primera vez percibo mi reflejo en el fondo del wáter y no siento más deseo que envestirme de Dios; jalo la válvula para sumergir a la esperanza. Suena un chirrido fúnebre…

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