jueves, 21 de febrero de 2013

La feliz desesperanza - André Comte-Sponville

Si bien éste no es un libro de poesía, creo que tiene mucho que ver con mi libro "El abismo de los justos" y lo comparto a ustedes. Son fragmentos de la pequeña entrevista que sostiene el filósofo francés con Edmon Blattchen, hablando sobre la desesperanza como método eficaz para llegar a la felicidad.



La elección del materialismo consiste precisamente en afirmar: "La vida hace lo que puede!", en lugar de decir: "Si la vida no responde a mis esperanzas es la vida la que se equivoca". La vida hay que tomarla o dejarla. Porque no hay otra cosa.
Lo real hay que tomarlo o dejarlo. Son mis esperanzas las que, desde el inicio, son infundidas. Dejemos de imaginar la vida, dejemos de esperar vivir...y ¡vivamos! La línea de Demócrito, como en efecto decía Lenin para caracterizar el materialismo, es inicialmente ese movimiento que consiste en elegir el mundo real, éste, este mundo material (de ahí la palabra materialismo), en pensar que no hay más vida que éste, corpórea, material; que no hay nada que esperar de la muerte; que no hay una última esperanza. Pero que en este espacio de aquí, en este mundo, en esta vida, podemos alcanzar el placer, que es nuestra experiencia cotidiana; podemos alcanzar la alegría; podemos alcanzar la felicidad.

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Nos pasamos la vida esperando. Cuánta gente se dice por la mañana: "¡Que llegue pronto la hora de acostarnos". Y durante todo el año: "Que lleguen pronto las vacaciones"; y durante toda su vida: "Que llegue pronto la jubilación!". Y cuando ya se han jubilado y son ancianos: "Ay, quién fuera joven!". Lo esencial de su vida ha transcurrido esperando otra cosa; y la última parte de su vida consiste en lamentarse de lo que no han vivido... "Nunca vivimos: esperamos vivir." Pascal pronuncia la cruel verdad de lo esencial de la vida.

De ahí, una vez más, esa elección que he hecho de la desesperanza, lo que yo llamo "la feliz desesperanza". Se trata de esperar vivir, tomando de nuevo la expresión de Pascal, y vivir efectivamente. Se trata de preferir la vida tal cual es, con sus dificultades, a veces con su partida de horrores, pero también con los placeres, con sus alegrías, con sus amores, se trata de aceptar y de amar la vida tal cual es en lugar de esperar otra: sea otra vida después de la muerte, sea otra vida en este mundo.

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Montaigne nos enseña a habitar la perspectiva de la muerte, a habitar la finitud de la vida. Pero ¡no para encerrarnos en la angusta! ¡Al contrario! Para aprovechar la vida tal cual es. Sencillamente, Montaigne dice poco más o menos: "Mientras no aceptes la idea de tu propia muerte, no puedes aceptar la vida tal cual es. Si amas la vida, o si dices amar la vida, y no aceptas la muerte, no amas la vida tal cual es, porque la vida incluye la muerte.


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Digo a menudo: "Sólo necesitamos la moral por falta de amor". El amor bastaría" "Ama y haz lo que quieras", decía San Agustín. Sí, pero el amor, la mayoría de las veces, no consiste en esto; por eso necesitamos una moral: porque amamos demasiado poco y demasiado mal. No se trata pues de inventar valores nuevos, no se trata de inventar nuevos dioses, se trata de inventar una nueva fidelidad, una fidelidad a los valores, no a los de siempre, sino a los valores históricos que son los nuestros y que nos han convertido en lo que somos, a los valores que hemos recibido y que tenemos la obligación de transmitir. ¡El siglo XXI será fiel o no será!



(De La feliz desesperanza, 2008)

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