jueves, 31 de enero de 2013

David Sánchez


David Sánchez Santillán (Quito, 1981). Abo gado y Doctor en Jurisprudencia, Licenciado en Ciencias Políticas y Sociales. 2007. Magíster en Derecho Ambiental, primera promoción UNAP 2011. Fue miembro del Taller “Nueva Generación” de la ciudad de Quito, en 1996. Premio obtenido y participaciones poéticas: Jornadas Poé ticas. “Arte, música y sapiencia”. Primer Premio. Colegio Jesuita San Gabriel, 1998. Quito. Premio Nacional .-Con curso Nacional de Poesía “Gonzalo Escudero” Primer Pre mio. Sociedad ecuatoriana de escritores .S.E.D.E. Desde 1994 participaciones exitosas en Jornadas Poéticas Juveni les del Ecuador, en las ciudades de Quito e Ibarra. Participe en la Antología virtual Cultura de Veracruz, Revista de Literatura Contemporánea 2010 México, en el espacio Novísima Poesía Ecuatoriana.  Presentaciones en cafés literarios de las ciudades de Quito, y Recitales en colegios secundarios de la misma ciudad. En la Actualidad vísperas a la publicación de su nuevo libro de poesía 2011. OBRAS.- El Origen de los Rostros – Poemario 2010. (http://www.jornaldepoesia.jor.br/BHBHdavidsanchezsantillan01.htm)

Comparto algunos poemas del poeta, que en su libro El nublo de la escardonia plasma su fe desgastada en el mundo con misticismo, sentido del humor, metáforas innovadoras y juego de palabras. Es un libro que sale de lo cotidiano y refresca el ambiente poético.



II
Conviérteme en mi desnudez…
seré el Druida, elucubraste en tu flora

Encájalo en un solo ser

Se la barcaza en donde rebosen
mis hojas
Donde se viera mi Corteza…

No resquebrajes mis sentidos.

Toma mis frutos
Entrelázalos entre tus ramas…el Viento

No te conviertas en Silencio.

VIII
No eres tú la del espejo
Alguien detrás de ti se mira.
Dile que se retire
Que no moleste.

Los espejos son falsos
distorsionan
lanzan a la cara mentiras.

Esa no eres tú
esos no son tus ojos
ni esa tu sonrisa.

¿De dónde habrán salido
esos monstruos?

No creas tampoco en las gradas que has subido
ellas también engañan.

Créele a la tinta
créeme: no eres tú la del espejo
otra es quien se mira.
la tinta lo jura
¡créele a la tinta!

XXVI
La salud me obliga a ser espada
tajo,
brillo,
el nacer de una estocada.

Desata mis hombros
al paso de tu trote desbocado.

Giro como los trompos
en la cuerda venal de mis nublos.

No busca a quién culpar
no me defiendo.

Me río en los discursos
o me duermo.

En los días de difuntos
felicito a los difuntos.

Y en todos los años nuevos
doy mi sentido pésame.

Nací en la tierra un buen día
y siempre espero que otro buen día
desaparezca la tierra.

¡Y me voy por la calle perseguido
por el canto de los pájaros
y el furor de la gente!

XXIX
El papel es un pájaro
-la mejor expresión al definirlo-

¡Escucha el batir de sus alas!
Picotea hasta que sangra sangre,

XXXVI
¿Por qué me odias camarada 
de palabras?

naciste para escribir
para nacer escribo yo

aprendiste a leer con Dostoiesvsky
entre cuatro paredes aprendí yo

todo se lo debo a los ríos
a los páramos
y a los tajos que mi hice
con los árboles

tuyos son los caminos,
las condecoraciones

Mío el cero de la luna
y uno que otro fantoche que me aplaude
No sé por qué me aborreces
Marcadas son tus marejadas… de palabras.

(De El nublo de la escardonia, 2012)

miércoles, 30 de enero de 2013

Alexis Cuzme


Alexis Cuzme nos lleva a los destinos poéticos más oscuros; donde la muerte, el dolor, las mutilaciones, la sangre, son una constante en su obra, todas las transformaciones de la carne. Les presento algunos poemas que constan en su libro, que recopila varios libros anteriores, llamado "Trilogía de la carne".
Nacido en Manta, Ecuador, en 1980. Licenciado en ciencias de la comunicación, periodista cultural y cronista de cine. Editor de la revista rockera Marfuz. Ha publicado los poemarios Desconsuelo (2001), Complot ante el silencio (2003), Club de los premuertos (2006) y Bloody city (2009). Consta en varias antologías locales y del extranjero. Publicado recientemente en Cajita de música, poetas de España y América del siglo XXI (AEP, Madrid, España). En el campo rockero ha publicado el cuadernillo Legión: década pagana (2006). Actualmente se desenvuelve como asistente de edición en la Editorial Mar Abierto de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí. (http://letras.s5.com/ar070611.html)



Hedor
(diluirse en el presente)
IV

La noche engulle voces,
monigotes de carne,
payasos sin reconocimiento de profesión
carcajadas invertidas sin su donación enclenque.

Al principio fui uno de ellos,
arrastré lágrimas con lodo,
mocos con trozos de ceniza;
al principio el horror
los gallinazos
los cerdos
la vida a última hora
fueron pretexto para cavilar sin fin.

Sopor
(montículos de mi prisión)
II

Desprendido de los despojos
soy el mismo cuerpo anónimo
el parásito descuajado de su raíz
tras el grial asfixiante y plástico.

Algún día gritaré mi nombre original,
estallaré bajo los faroles con insectos,
bajo el telón remendado de una dicha pasajera.

Mientras en mi desnudes reconozco los poros,
los vellos, los trozos de piel,
que no le pertenecen a esta tierra.

Asfixia
(la esperanza del supermercado)
IX

Soy el cuerpo inagotable,
la ilusión macabra que nadie busca,
el depravado corazón que implora latidos.

Nadie cree que juré succionar los jugos de las sondas visitantes,
saborear las partes gangrenosas obsequiadas,
ser la sombra fiel de cada metro sucio y repugnante alrededor.

Me traicioné
y el gusano bajo los metros de historia
de este edén invertido
halló un espacio en mi ficción.

Persiste en la idea del supermercado
ardiente por su asfalto hipócrita
reluciente tras sus manchas humanas
veloz en cada sirena violentada.

Soy la posesión inaudita,
el error sin solución que espera borrar tesoros
de un nuevo desembarque.

Despojos
(calcinación de libertad)
II

Sus rostros cayeron gota a gota
mancharon la tierra, las huellas plantadas con furia,
cada recoveco inútil y utilizable,
cada transtorno inimaginable,
porque de lo irreal lograron un voraz ingenio.

Sus rostros cayeron gota a gota
ardientes, en un baile piroplástico,
los otros cerraron sus bocas y bajaron sus párpados,
pero la hecatombe los alcanzó,
se introduce en la fantasmal alegoría
y los poseyó,
desde entonces cada esquina
vocifera nombre sin edad.

El baile macabro sincronizó los pellejos para sí,
fogata de tatuajes,
fogata de fetos,
fogata de sangre evaporada.

En cada gota un grillo rajó la decendencia.

(De Legado de carne)

Quimera

Sembré bolichas  y sucres
inyectado de magia
en mi niñez.

Hoy mi hijo
ha puesto el último
montoncito de tierra
sobre el gato despedazado.

Quisiera desencantarlo
como no lo hicieron conmigo,
pero solo atino a decirle
que después de varios años
en este mismo lugar
se erguirá un árbol con gatos
que maullarán cada mañana
y que no, no tendrán sangre
manchándole los hocicos
ni el pelaje de rayas.

(De Blody City, 2009)

Tu cuerpo es la barrera

Deambulan mis huesos
perdidamente en estos callejones.
Sabes mujer, tus entrañas no pueden esperar,
tus besos sabor a glande,
a gemidos desentonados
dentro de estas paredes.

Pero desde este rincón ignoras
la desesperación visceral
que finge ser mi sombra.

Gary ha muerto,
y Nicole deambula en busca de la muerte.

Está bien que un corazón explote
frente al batallón desconocido
-la condena a muerte es otra forma más sencilla
y legal de la venganza-,
que una voz calle
y que viejas y nuevas cartas testimonien
frases incomprendidas a inamantes.

Mujer, no te amo.

(De Club de los premuertos, 2006)

Post mortem

Y mi carne
¿por qué no forra
el espectáculo de mis restos?

Mi osamenta,
mi tiza aún compacta,
¿por qué ante manos insaciables?
¿por qué ante rostros eruditos se desgasta?

Rey
durante la estadía en mi oscuro templo.
Y ahora bufón,
distracción desnuda,
croquis indefenso.

Y mis súbditos rastreros
¿a dónde han ido?
¿por qué extraños me exhiben
en el circo de la ciencia?

Flaco, ingobernable,
sin luz, era feliz.
Ahora: marioneta, libro reeleído,
rompecabezas transportable,
alimento intelectual para perros.

Goberné el silencio del concreto
y recibí un fecha:
el comienzo y el final
y de qué me quejo,
si aquí también me han numerado.
Pero soy bufón:
el obsequio ofrecido en la necrópolis.

(De Post mortem)

(Todos los poemas fueron transcritos de Trilogía de la carne, 2012)

martes, 29 de enero de 2013

Fever


Me sumerjo un rato en mi cama. Mi cama, empapada del sudor que se vierte a borbotones de mi cuerpo. Mi cuerpo tiene una fiebre de los mil infiernos y parece que estoy a punto de parir otros cuerpos incandescentes. Es que estoy que me cago, o ya estoy cagado y no me di cuenta. Las voces se derriten en las puertas, rasgan mis paredes carniformes. Esto se parece al Guayaquil Ardiente pero sin Gustavo Navarro y sin las peladotas. Creo que con la calentura –que no se confunda con excitación– comienzo a pensar huevadas. ¡De este incendio sale el agua que lo debería estar apagando! Escucho unos pasos desde el tuétano de la casa. Se alejan. No espero la infantería blanquísima o un perro que me lama las heridas chamuscadas pero no quiero quedarme solo con esta maldita hoguera bárbara. Debería ponerle todas las trancas a la puerta desde aquí, inmediatamente, para quemarnos todos o nadie. Mi brazo se estira como una anaconda solitaria en la selva. Esta selva plegada en nueve metros cuadrados de viento que me aviva hasta la saciedad. Nadie se baja de la camioneta en llamas. Soy el pájaro de fuego que yace en las catacumbas del sol. Dios de la parsimonia, me traes a tus vecinos para que duerman con el enemigo tuyo. En mis sobacos guardo todos los mares, para apaciguar tu furia bendita, irme lejos de mí, penetrar las álgidas avenidas. El cielo colinda con la farmacia y Houdini con voz mujer ha abierto los cerrojos con las mismas manos que se hicieron una misma piedra. El paria de todas las piedras llora en su lápida ardiente. Las manecillas son de una arena inútilmente incendiable, se agrupan en un tiempo ajeno para la muchedumbre de los matorrales solares. Se averió mi flexo-brazo, mi lengua de lagartija, el yoyo tendido a mí, y ahora languidece en las baldosas, se arrastra hacia su vértice cerdoso. Los bomberos abren la puerta y con un vaso de agua sepultan a mi yo abrasado, que gorgojea desde el acantilado lleno de plumas y remoja sus cenizas.

lunes, 7 de enero de 2013

Iván Oñate


Iván Oñate (Ambato, 1948), cursó estudios universitarios en Ecuador, Argentina y España, en la Universidad Autónoma de Barcelona. Parte de su obra ha sido traducida al alemán, francés, inglés, portugués, griego, polaco e italiano. Profesor de Semiótica y Literatura Hispanoamericana en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central del Ecuador. (Tomado de ivanonate.com).



La mano de Poe

Abandonados por el amor
nos nutriremos de venenos,
de duración
y de tiempo.

Sobre todo de tiempo.

Porque el breve espejismo
donde entrevimos la eternidad
no estará más con nosotros.

Harapientos,
como dioses expulsados de un etéreo suburbio
vagaremos por la ciudad, tropezando
con chatarras de relámpagos muertos.

Mientras tanto, en un fresco cementerio,
la insepulta mano de Poe
arrancará el tallo de una flor
y escribirá este último verso.

Ataúdes tallados

Líbrame de la noche del impostor,
del que durante el día
ha trajinado
varios pasillos empapelados
con el rostro de su dicha.

Líbrame de su despertar,
Cuando lea en los periódicos
la fresca noticia 
de que ya es un difunto.

Líbrame del escándalo de sus lágrimas,
cuando en vano
traté de convencer a la gente
del equívoco
del estertor último.

La misma gente
que creyó en su falsa dicha y
ahora
muy circunspecta
asiste al entierro
de su verdadera muerte.

Ego

El Yo que recibes entre tus brazos
no es mío

Pertenece 
a un prisionero
que se disolvió en la trama
del tiempo
Pertenece
a un muchacho que duda
-echa hacia atrás las caderas-
y otra vez
duda

Pertenece
al cobarde que huyó
de los muslos de una virgen

El Yo que te entrego
no es mío
porque tampoco existe
el lugar donde me encuentro.

E.M. Cioran

En el sitio
y la hora atroz
donde el mar
devuelve a sus peces

La veré desnuda

Desnuda
y con el tiempo caído a sus pies
-como un camisón de tela cruda-
vendrá la muerte

La muerte
desprendida de su disfraz

La muerte
que surte de trajes y máscaras
a este baile de moribundos.

(De La nada sagrada, Segunda edición; 2010)