Opinión y Data cada día

miércoles, 3 de septiembre de 2025

González y los alcaldes frente al narco

Marco Rubio, secretario de Estado de Estados Unidos, advirtió a México que en las próximas horas viajará a Ecuador, en medio de una coyuntura política marcada por acusaciones explosivas. El anuncio llega casi al mismo tiempo que se conoció el ataque a un barco cargado de drogas en la costa de Venezuela, con rumbo a Estados Unidos. El hecho reaviva la narrativa de que los carteles no solo mueven toneladas de cocaína, sino que también trazan líneas de poder que terminan golpeando directamente a los sistemas políticos de la región.


En este ambiente convulso, las declaraciones atribuidas al Cártel de los Soles sacudieron la política ecuatoriana al insinuar que parte de la campaña presidencial de Luisa González, excandidata de la Revolución Ciudadana, pudo haber recibido financiamiento ilícito. La acusación no es un simple rumor: conecta con una trama mayor donde la droga, la política y la geopolítica se entrecruzan peligrosamente.


González, como era previsible, salió al frente para defender lo suyo: la legitimidad de su candidatura y la credibilidad del movimiento político al que pertenece. Su discurso busca blindar la idea de que las insinuaciones son maniobras para desprestigiar a la Revolución Ciudadana. Así, pone por delante la lealtad partidaria y la preservación del capital simbólico de su agrupación, aun cuando la opinión pública exige respuestas más concretas.


En contraste, los alcaldes de Guayaquil, Quito y Cuenca —también cercanos a la Revolución Ciudadana— han optado por un tono distinto. Sus declaraciones se alinean más con la necesidad de cuidar la imagen institucional de sus ciudades que con defender a rajatabla a la ex candidata. Ellos saben que su capital político ya no depende de un proceso electoral sino de su capacidad de transmitir estabilidad y orden en medio de la crisis.


La diferencia de enfoques revela dos prioridades. González, que perdió las elecciones, sigue defendiendo el partido como plataforma de poder. Los alcaldes, que ya conquistaron sus cargos, entienden que lo que está en juego es su propia gobernabilidad local. El riesgo de quedar asociados a una narrativa de narcofinanciamiento podría afectar su relación con ciudadanos, empresarios y organismos de control, actores de los que dependen en el día a día.


En los matices se ve con claridad esta brecha. Mientras González insiste en denunciar conspiraciones y exige respeto al proceso democrático, los alcaldes subrayan la importancia de la transparencia y del deslinde de responsabilidades. Es un lenguaje de supervivencia: la ex candidata protege a su movimiento, los alcaldes se protegen a sí mismos.


La situación expone a la Revolución Ciudadana a un dilema mayor: respaldar sin fisuras a González o permitir que sus alcaldes marquen distancia para sostener la legitimidad en sus ciudades. En cualquier caso, se abre un espacio de tensión interna donde las agendas nacionales y locales pueden chocar con fuerza, debilitando la cohesión del partido.


En conclusión, lo que se vive hoy no es solo un eco de las palabras del Cártel de los Soles ni del ataque a un barco cargado de drogas en la costa venezolana. La verdadera discusión para los alcaldes debía ser otra: cuando se combata el narcotráfico en Venezuela, las rutas se desplazarán y el tráfico de drogas buscará otros puertos. Guayaquil ya es hoy uno de los principales puntos de salida hacia Europa y Estados Unidos, lo que hace que su seguridad y economía portuaria sean esenciales para la gobernabilidad local. Además, si el Cártel de los Soles continúa financiando y apoyando campañas de izquierda en la región, Estados Unidos pierde capacidad de control geopolítico; por el contrario, si logra mantener al cartel a raya, su influencia regional disminuye. Esta realidad no solo condiciona la seguridad ciudadana y la economía portuaria, sino también la posición estratégica de Ecuador y la capacidad de sus alcaldes para gobernar con legitimidad. Ignorarla sería una vulnerabilidad que ningún líder local puede permitirse.

martes, 2 de septiembre de 2025

Rubio y Noboa frente a Ecuador

El 2 de septiembre, Marco Rubio, secretario de Estado de Estados Unidos, llegará a Quito para reunirse con el presidente Daniel Noboa.  La fecha marca un punto de partida diplomático crucial, pues refleja no solo la intención de fortalecer la cooperación bilateral, sino también la necesidad de abordar de manera urgente los problemas que atraviesa Ecuador en materia de seguridad, narcotráfico, migración y economía.  El encuentro no es casual: se da en un momento en el que el país se ha convertido en un nodo clave para los intereses de Washington en la región. 

El primer gran tema sobre la mesa será el combate a los cárteles de narcotráfico.  Ecuador, tradicionalmente visto como país de tránsito, hoy es protagonista de una crisis que rebasa sus fronteras.  En 2024, las autoridades ecuatorianas incautaron un total de 294,61 toneladas de drogas, de las cuales 277 toneladas estaban destinadas al tráfico internacional, principalmente hacia Estados Unidos y Europa  .

La principal producción ilícita que atraviesa Ecuador sigue siendo la cocaína.  Aunque no se cultiva de manera significativa en territorio nacional, su vecino Colombia sigue siendo el mayor productor mundial, con unas 1.700 toneladas anuales según la ONU.  El resultado es que miles de kilos llegan cada año a los puertos ecuatorianos.  Guayaquil y Esmeraldas concentran gran parte del tráfico marítimo, con buques que transportan la droga oculta en contenedores comerciales.  Al mismo tiempo, el país enfrenta un nuevo fenómeno: el paso del fentanilo. 

El fentanilo es una droga sintética mucho más letal que la cocaína, producida en laboratorios clandestinos con precursores químicos provenientes de Asia.  Aunque no existen cifras oficiales precisas sobre la producción o decomiso de fentanilo en Ecuador, el país ha sido identificado por autoridades estadounidenses como una zona de tránsito para esta droga hacia México y Estados Unidos  . En 2024, la DEA incautó más de 36.940 libras (aproximadamente 16.750 kg) de fentanilo en operaciones dentro de Estados Unidos, aunque no se especifica cuánto de esta droga provino directamente de Ecuador  .

El análisis no puede quedar solo en el lado operativo del narcotráfico.  El fentanilo no requiere grandes plantaciones ni cadenas agrícolas.  Con apenas un kilo de polvo se pueden elaborar hasta medio millón de dosis, lo que multiplica la rentabilidad del negocio y dificulta su control.  En 2024, la DEA alertó de un aumento de cargamentos provenientes de Sudamérica, donde Ecuador es utilizado como escala para su transporte  .

Otro eje del encuentro será la influencia de China en América Latina.  Estados Unidos observa con preocupación cómo el gigante asiático ha aumentado su presencia en infraestructura, energía y financiamiento.  En el caso ecuatoriano, la deuda con China supera los 4.000 millones de dólares, buena parte ligada a megaproyectos energéticos como Coca Codo Sinclair.  Desde Washington, esa relación es vista como un riesgo estratégico, y Rubio buscará persuadir a Noboa de priorizar la cooperación con EE.UU. frente al peso económico de Pekín. 

El tema migratorio también ocupará espacio en la conversación.  Ecuador vive una crisis silenciosa: en 2024 más de 115.000 ecuatorianos fueron detenidos en la frontera sur de Estados Unidos, según la CBP, cifra récord para el país.  Además, su territorio se ha convertido en corredor para migrantes de otras naciones como Venezuela, Haití y Senegal, que cruzan desde Colombia hacia Centroamérica.  Esta migración irregular no solo refleja la desesperación social, sino que también genera tensiones diplomáticas que Rubio intentará encarar con acuerdos de control y retorno. 

La dimensión económica será el cuarto pilar de la agenda.  Estados Unidos sabe que la violencia y la inestabilidad tienen como trasfondo una economía debilitada, con un crecimiento apenas superior al 1% en 2024.  El impulso al desarrollo será fundamental: inversión, comercio y generación de empleo son piezas que Washington puede ofrecer como contrapeso a la influencia china.  Noboa, que todavía construye su liderazgo, necesita demostrar que de estas reuniones no solo nacen compromisos de seguridad, sino también oportunidades concretas para mejorar la vida de la población. 

El encuentro Rubio–Noboa, en suma, será más que un gesto diplomático.  Representa un cruce de caminos: Ecuador se encuentra atrapado entre la presión de los cárteles, la amenaza de nuevas drogas sintéticas, la influencia china y la ola migratoria.  La visita del secretario de Estado norteamericano confirma que el país ha dejado de ser un actor periférico y ahora es pieza central en el tablero regional.  Lo que se decida en Quito tendrá repercusiones más allá de las fronteras. 

lunes, 1 de septiembre de 2025

Ecuador: periodistas asesinados sin justicia

En Ecuador, la violencia contra periodistas y comunicadores se ha intensificado con fuerza en los últimos años. Casos recientes como el asesinato de Pablo Ronald Farías, locutor de radio en El Carmen el 30 de agosto de 2025; el de Xavier Ramos, colaborador de El Universo en Guayaquil el 21 de agosto de ese mismo año; y el de Patricio Aguilar, director del periódico comunitario El Libertador en Quinindé el 4 de marzo, reflejan una dinámica de ataques mortales contra quienes difunden información en un país atravesado por el narcotráfico y el crimen organizado.

La muerte del periodista y candidato presidencial Fernando Villavicencio en 2023 fue un punto de inflexión. Su asesinato demostró hasta qué punto los grupos criminales podían atentar contra voces críticas sin temor a consecuencias. Ese mismo año, se registraron 224 agresiones contra comunicadores, un aumento del 870 % respecto a 2020, y al menos 11 periodistas tuvieron que exiliarse para proteger su vida.

Hasta hace pocos años, estos crímenes eran inusuales en Ecuador. El asesinato más recordado era el del equipo de El Comercio en 2018, secuestrado y ejecutado en la frontera con Colombia. Sin embargo, desde 2022, la violencia escaló al ritmo de la expansión del narcotráfico: la tasa de homicidios subió de 7,8 por cada 100.000 habitantes en 2020 a más de 40 en 2023, haciendo del país uno de los más violentos de la región y situando a los periodistas como blancos cada vez más vulnerables.

La impunidad se ha convertido en un factor central. Ninguno de los asesinatos de periodistas ha sido plenamente resuelto en los tribunales ecuatorianos. Esta falta de justicia convierte los crímenes en “rentables”: cada muerte detiene investigaciones, intimida a otros comunicadores y protege los vínculos entre el crimen organizado y actores del poder político.

El espejo más cercano es México, donde más de 100 periodistas han sido asesinados desde el año 2000 y la impunidad supera el 95 %. En regiones dominadas por carteles, silenciar comunicadores forma parte de la estrategia criminal para controlar el relato público. Ecuador parece avanzar por la misma senda: los asesinatos no traen consecuencias judiciales y generan el silencio buscado por los grupos armados.

Italia ofrece un contraste. Allí, la mafia asesinó a periodistas como Giuseppe Fava y Giancarlo Siani en los años ochenta. Pero tras el asesinato de los jueces Falcone y Borsellino en 1992, el Estado reaccionó con fuerza: creó tribunales especializados, fortaleció la protección a testigos y estableció medidas de seguridad para reporteros amenazados. Desde 1993, no se han registrado asesinatos de periodistas a manos de la mafia.

Actualmente, alrededor de 20 periodistas italianos viven bajo protección policial permanente. Esa política cambió la ecuación: los grupos criminales entendieron que cada ataque contra comunicadores traía consigo una fuerte respuesta judicial y social que ponía en riesgo sus operaciones. En Ecuador, por el contrario, no existe un programa nacional de protección y las investigaciones rara vez llegan hasta los autores intelectuales.

La conclusión es clara: Ecuador necesita con urgencia un sistema integral de protección para periodistas y comunicadores, así como una justicia independiente capaz de enfrentar a los responsables. Mientras el narcotráfico siga incrustado en el Estado y la impunidad sea la norma, asesinar periodistas o locutores seguirá siendo un negocio rentable para quienes temen la verdad.