martes, 12 de julio de 2011

Crónica de una ninfómana


Soy ninfómana, quítame las bragas.
Desdeño las auroras de mi vida.
Libia la herida de tus crueles dagas
que entraron en mi masa no ceñida.
Olvidé mi inocencia un día oscuro
en el rincón del mísero priorato,
se me acercó un hidalgo burdo e impuro
y como un vil glotón comió su plato.

Persigo al río, hoy, de madrugada,
para escapar de sueños. Voy buscando
un hombre que bautice a su criada,
me salve del beato y su atroz mando.
Soy yo desde la cita con el Diablo
que con un beso cautivó mi sexo,
ahora me entrego entera sobre establos,
catres, zaguanes; todo por tu nexo.

Siento tu fríos ojos como muerto,
tómate la pastilla; no seas pijo.
Aquí está, jardinero, es tu huerto:
pico, pala, rastrillo; todo es rijo.
Allá va la cigarra como un ángel
que humedece con pánico sus alas.
Quiero ver el crepúsculo, mi cárcel,
anhelo debutar rayas de galas.

Mi lena sólo pinta en acuarelas
tu retrato sumiso, noche y día.
Como un bourbon que difumina telas,
prendo la estufa, toma esta impía.

abeloski, 2011.

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