jueves, 2 de agosto de 2012

Raúl Vera Ocampo

Poeta, ensayista y crítico. Ha sido becario de la Facultad de  Filosofía y Letras de la Universidad de Roma. Dirigió el Suplemento Cultural del diario La Opinión de Buenos Aires. Fue director del Museo Municipal de Bellas Artes "Eduardo Sívori" y condecorado por el Ministerio de Cultura de Francia. Actualmente dirige la revista cultural "El ojo del arte". Su obra poética consta de ocho volúmenes publicados y además, cuatro de prosa y un tomo con traducciones propias de la vanguardia poética italiana reunida en el Gruppo 63.


MEDITACIONES LATINAS

1
L' aspetto sacro de la terra voestra
Petrarca

Nada más que el golpe
en la costa,
el balbuceo dado
sobre las cuevas, el sol
de Marte
antes las armas, hecha
la fecunda tarea
abrió el labrado campo
su cuerpo extendido,
cruzó el Istro al Norte
inferior, desconocido
del ancho verano
para calmar la sed.

Venus al Mediodía,
Europa nos llega
liviana,
su piedad lame
las playas cubriendo
los cien mil de Accio
las ciudades; envilecida
su estatura por el humo,
ennegrecidos, expiarán
su culpa
sobre los altares.

LA ADORACIÓN DE LOS MAGOS

En este tiempo,
entre el hueso recorriendo
la fría luz,
me estiro, asilo el mal
de la inocencia,
en la invisible caridad
que me destruye.

Tantas noches
de un ciego esplendor
viajero
entre el altar y la pira,
saciado el juego para convertirme
en carne
y estrechas las vidas
y la historia del hombre
como un papiro perdido
entre la resurrección y el tormento.

Objetos mudos,
intercambiables
del corazón humano,
círculos de ruinas memorables
que un momento espira
proveyendo el goce
y la razón,
emblemas de mi cuerpo:
y la virtud desconoce
el mérito.

Y asido ahora el Cáliz
rechazo la vergüenza,
el frío que me quiebra
como un oprobio,
el signo final que sella
mi elocuencia;
mi virtud es de la que corrompe
el tiempo,
yo he nacido puro:
he sido fiel.

ODISEA, XIII, 202-112
a Alberto Girri

Oportuna sensatez
que convierte
al estado pura, muda
región esterelizada
que guarda la idea,
el placer inmóvil
que asegura
el retorno
a cada ciclo.

Nada alrededor
más que la piedra,
elemento que ordeno
y restituye la clarividencia
como lúcida condición
de permanencia;
imperceptible la ecuación
de sus fuentes
reunida en la materia
que nos determina
esa irrevocable insistencia
de querer saciarse
con lo innecesario:
hasta aquí
la conciencia,
el móvil
que me anima.

Y en medio de todo
disperso
el credo como voluntad
que reproduce
nuestras semejanzas,
el martirio transformado,
la talla heroica
sellada a nuestro alcance
como un claustro
virgen.

E intacto el don
que deseamos,
justa la asunción designada
que emplea la exactitud
inexpresable
para representar
la totalidad máxima
y mínima
que nos comprende;
divina cualidad
la de poder ceder
desde lo transitorio
un rasgo perdurable.

(De Santuarios y otras conversaciones, 1975)

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