jueves, 16 de agosto de 2012

Leonardo Martínez

Leonardo Martínez nació en Catamarca en 1937 y reside en Buenos Aires. Su obra poética comprende: Tacana o los linajes del tiempo (1989), Ojo de brasa (1990), El señor de Autigasta (1994), Asuntos de familia y otras imposturas (1997), Rápido pasaje (1999), Jaula viva (2004), Estricta ceniza (2005) y Los ojos de lo fugaz (2010).


LA ESTIRPE ANTIGUA

Se va la estirpe antigua
como un puñado de aire;
sombra tenue
que deja de nombrarse.
Nunca más transhumará los montes
para buscar la madre de los vientos.
Las flores, los capullos,
se acabaron para siempre
en el espejo vivo de sus ojos.
Los caballos dormirán
un sueño de relámpago
y la voz del campo sonará
para los pocos
que puedan escucharla.

Se fue la estirpe antigua.
Quedamos solos para estirar el tiempo.

TÍA ABUELA

La niña Carlina
hizo un tumbacabeza
y se fue a dormir
en el lecho sarmentoso de los abuelos.
Juega al noviazgo
aferrándose con uñas pálidas
a los recuerdos
escapados como bocanadas de aire
y se sienta en un trono de niebla
para llorar la agonía seca
de un amor antiguo
que la preñó de desamparo.

Mosto oscuro el del olvido.
Ceniza y flor de humo
las memorias.
Nubes enredadas
en los jazmines violentos
de la sangre
el tiempo.

Sálvese quien pueda
niña
agarrándose a una flor
bebiéndose la tarde clara
rindiéndose al amigo.

Y porque te has muerto levemente
retornas como resuello azul
y te sientas a mi lado noche a noche
mostrándome los ángeles
que abultan en tu seno.

A LOS HABITANTES DEL PUERTO SANTÍSIMA TRINIDAD Y CIUDAD DE SANTA MARÍA DEL BUEN ARYE

Señores,
silencio ante la fronda de luz verde,
silencio ante los páramos calcinados
por tanta lágrima y sueños demolidos,
silencio ante la sobra de los dioses
atisbando desvelados,
persistentes como bajados de dolor
en las campanas del alba.

Habláis de genocidio
luego de estar matando la raza con olvidos,
no desde las palabras
que hacéis sonar como agua regalada,
sino desde la incuria y el desprecio
hacia los cardinales alma adentro
(Norte-Sur brújula sangre
imán de Dios
cielo enredado en los veranos
que anidan sus verdores
en los hijos de los hijos de los hijos).

Somos tierra de abuelos abismales,
sangre al fondo,
viajeros hasta la grieta oscura del principio,
porque América devoró la Cruz
y le encarnó en sus hijos
comedores de maíz
que humearon sus ofrendas
bajo el amplio techo de las constelaciones.

Señores, silencio.
Dormid ese limo oscuro
depositado por las aguas enormes
que os acunan desde siempre,
así como el hombre del cerro
bebe estrellas
y duerme arropado por el viento.

Silencio vosotros los que ahogáis
el dulce suspiro mocoví,
la amorosa brega de los tuétanos antiguos,
el rumor alfarero de un Norte,
amanecido en peñascos.

Señores, silencio.
Hay vientos que no vuelven,
pero la sangre de los hijos de los hijos de los dioses
permanece
genital
bajo la oscura vellosidad del tiempo.

De Tacana o Los linajes del tiempo.

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